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Aquí incluso el aire se sentía distinto.

Sentí que por fin podía respirar, por fin podía dar pasos sin miedo de que alguien me estuviera siguiendo.

Mi antigua ciudad, mi lugar seguro. Quizás no era tan glamuroso como el lugar donde residía actualmente, no estaba lleno de comercio, ni se encontraban las universidades de prestigio, pero miraras donde miraras, el paisaje era hermoso, el ritmo de vida parecía ir más lento, como si se tratara de un pueblo y eso me gustaba.

Iba en un taxi camino al departamento de Madi. Parecía una niña mirando con emoción por la ventanilla. Todo me parecía nuevo y sentía la nostalgia de no haber estado en un lugar por años, aunque ni siquiera llevaba uno fuera de aquí.

A medida que nos acercábamos, fui reconociendo los alrededores. Madi se había mudado a comienzos de año, antes vivía con sus padres en un condominio cercano a mi antigua casa.

El taxi se detuvo y luego de pagar me bajé con mis maletas. Madi me estaba esperando en la entrada del edificio. Me sonrió alegremente y yo corrí a abrazarla. Habían sido tantos meses lejos, pero por fin estaba de vuelta.


*


—¿Qué piensas hacer?

Le di una mordida a la rebanada de pizza y evité la mirada preocupada de mi amiga. Estuvimos horas poniéndonos al día con cosas aleatorias, pero sabía que tarde o temprano me preguntaría por los problemas que dejé en la otra ciudad.

—No tengo ni idea...

—¿Vas a perdonarlo?

Empezó a atacarme con preguntas que no quería responder.

—Madi...

—Kiara, no puedes evitar el tema eternamente, sé que estás aquí para relajarte y cambiar de aires, pero es importante que aclares tus ideas también.

Suspire y dejé la rebanada de pizza sobre la mesa. Me hundí en el sofá y la miré.

—¿Qué crees tú que deberías hacer? — La mirada de Madi era imparcial y decidida; me contestó inmediatamente.

—Terminar con él, obviamente.

Ni siquiera bacilo, Madi tenía clara su respuesta y se me apretó el corazón cuando la escuché.

Me quedé en silencio, mirando hacia abajo. Lo razonable en esta situación era hacer eso, supongo, pero solo con pensar en la idea de no volver a verlo nunca más, de no sentir sus bonitos ojos puestos en mí y su cálido cuerpo tocar el mío me hacía entrar en un desconsuelo infinito.

—Kiara, por Dios, no me digas que lo estás dudando, es un enfermo, ¡te espiaba con una maldita cámara!

—¡Y me salvó la vida gracias a esa maldita cámara! ¿O acaso crees que mi padre ese día se hubiera detenido con un par de golpes? Estaba enloquecido, ¡si Bill no hubiera llegado estaría muerta!

Madi se quedó callada, pareció pensar al respecto, pero mi amiga era terca y volvió a ir en contra de Bill.

—Bien, te salvo la vida una vez, ¿y qué? ¿Planeas pasar por alto todo lo que te haga solo por eso?

No era así, pero tampoco podía pretender que no hizo todas esas cosas por mí.

—Dos veces... —le corregí —Tres si cuento ese día que me emborrané en un club y él me llevó a su casa para evitar que unos chicos se aprovecharan de mí...

STALK | Bill KaulitzDonde viven las historias. Descúbrelo ahora