STALK | Bill Kaulitz

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Un miedo que no había sentido antes empezaba a estallar en mi vientre. Tenía la sensación de que todo iba en cámara lenta. Afuera hacía una noche preciosa. Podía ver la luna a través de la ventana, el follaje de los árboles ondeando por el viento. Escuchaba la música que tenía puesta Bill. Rebel Yell de Billy Idol, contrastando con mis terribles emociones.

¿Por qué? ¿Por qué Bill me había hecho esto?

Sentí náuseas desde la boca del estómago hasta la garganta. Me dejé caer en la cama otra vez mientras limpiaba las lágrimas que no paraban de salir. Estaba devastada. Peor que cuando solo tenía sospechas de que Bill estaba detrás de esto, peor que la vez que entraron a mi casa, peor que cuando arrestaron a mi padre...

Lo único que tenía en esta ciudad era Bill y ahora lo había perdido. Algo dentro de mí se destrozó en cientos de pedazos y lo que se rompía no se arreglaba. Lo sabía bien, lo había vivido antes con mi madre y después con mi padre.

De pronto sentí que hasta el aire me faltaba, como si quisiera hiperventilar. Sabía que podía darme un ataque de nervios en cualquier momento. Tenía que controlarme. Tenía que hacer algo. Bill podía subir aquí en cualquier momento y darse cuenta de que ya sabía todo.

Tomé mi teléfono y le escribí a Madi.

De alguna forma, escribir todo lo que había visto lo hizo sentirse real y el peso de las emociones y circunstancias cayeron como ladrillos sobre mí.

Todas las veces que recé para Bill no estuviera involucrado en todo esto no sirvieron para nada.

Me había enamorado y confiado a ojos cerrados, pensé que estaba a salvo con él y al final terminó siendo el enemigo de mi historia.

¿Salir? ¿A dónde podía ir? No había un solo lugar en el que estuviera a salvo.

Me sentí tan abrumada que pensé que iba a colapsar allí mismo.