Capítulo 33

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La herida en la frente del señor Kim no era nada grave, al menos nada que una sutura no pudiera curar, y Wooyoung ya tenía bastante experiencia suturando heridas. Quizá aún no se daba cuenta, pero le gustaba hacer eso; ayudar. Un sentimiento gratificante crecía no muy lejos de la superficie, en su pecho, una especie de motivación que le de paso, lo mantenía distraído de todo el caos que había a su alrededor.

Se había vuelto tan habilidoso, que Mingi decía que no sentía su mano, no sentía casi dolor cuando su hermano cuidaba de sus heridas. Tal vez tenía razón, pues el señor Kim no emitió ni un mínimo ruido de queja o dolor en todo el rato que estuvo limpiándolo y cogiendo sus puntos, aunque, más probable era que, simplemente estaba abstraído, muy lejos de esa sala, de ese taller; divagando. Wooyoung se preguntaba en qué estaría pensando el viejo vecino suyo, pero la respuesta era un poco obvia: pensaba en su hija. No había entrado a ese taller desde que tuvo que ir a recoger el cuerpo mutilado de Kim Jin-Ah, hacía varios días atrás, justo a unos cuantos metros de donde ahora estaba él. El muchacho de sintió incomodo de pronto, así que se apuró en terminar de cubrir su herida.

── Señor Kim, ya está. ¿Siente dolor? ¿Mareo o náuseas? ──Le preguntó, examinando su trabajo. El mayor negó con la cabeza y amagó con levantarse del escritorio de Yunho donde estaba sentado, pero Wooyoung lo detuvo antes de que pudiera alejarse.

» Señor Kim... Espere, por favor. Hay algo que quiero decirle y no sé si este sea el mejor momento, pero si no lo digo ahora, entonces no sé cuándo pueda ser capaz de hacerlo. ──Tomó aire y levantó la mirada para enfrentar los ojos apagados del señor, armándose de valor para continuar──. Lo siento, señor Kim. Lamento mucho todo esto que está pasando y... Lo que ya pasó. Yo sé que es culpa nuestra, sé que mis hermanos también lo sienten. No queríamos que las cosas llegaran a este punto, ni perder a nadie. Creímos que podíamos lidiar con el diablo nosotros solos, pero ahora nos tiene en sus manos.

El señor Kim no podía sentir nada más que lastima por ellos. Los había visto crecer, conoció a sus padres, peleó junto a sus padres y los vio morir, ahora esos niños huérfanos se habían convertido en hombres con una sed de justicia y la loca idea de salvar al mundo ellos solos, aunque su mundo se limitara a ese barrio. ¿Qué otra cosa podía sentir además de pesar? Porque detrás de esos rostros de adultos, del poco vello facial que tenían algunos, de las cicatrices y las marcas que dejaba el paso del tiempo; seguían siendo unos niños ante sus ojos. Con un débil agarre, sus manos sostuvieron las de Wooyoung, dejando una palmadita gentil sobre el dorso de estas, su rostro cansado de tantas batallas, le sonrió brevemente al muchacho, buscando la mirada ajena.

── Escucha, chico... ──Le dijo── Para que Jin-Ah pudiera prepararse como sanadora, su madre y yo la enviamos al lado norte de la ciudad, a una escuela para que aprendiera todo lo que pudiera sobre medicina. Nosotros no teníamos el dinero, así que le hicimos un préstamo al señor Choi. Eso fue hace años, pero hasta el día de hoy, esa deuda no ha sido saldada. ── Con voz trémula continuó su historia, aun a pesar de que el corazón le dolía cada vez que mencionaba a su hija──. Cada vez que nos retrasábamos en el pago, ellos aumentaban los intereses, hasta que una vez, el señor Choi envió a otro hombre, un tal Kang, para que se encargara de nosotros. Era su ayudante, creo... Y vino para matar a mi esposa.

Wooyoung-ah... Todos en este barrio le empeñaron el alma a ese diablo, pero nunca ninguno se había atrevido a enfrentarlo; ustedes creyeron que podían vencerlo solo, y no es así. Ustedes solos no, pero todos juntos quizá podamos. Es momento de que dejen de cargar con esa responsabilidad y nos permitan ayudarlos. También deben olvidar la culpa, aquí el único culpable es ese hijo de puta.

Sus palabras no solo habían llegado a Wooyoung, todos los demás que estaban ahí en el taller en esos momentos, habían estado atentos a lo que hablaban y sus palabras calaron en cada uno de ellos como espinas enterrándose en la piel, casi propagando en todos esa misma intensidad con la que él sentía su rabia y sus ganas de pelear. Wooyoung estaba realmente conmovido con sus palabras, saber que el señor Kim no guardaba ningún resentimiento con ellos, sin duda les quitaba un gran peso de encima.

𝙎𝙩𝙧𝙚𝙚𝙩 𝙁𝙞𝙜𝙝𝙩𝙚𝙧Donde viven las historias. Descúbrelo ahora