Epílogo

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── ¡Tío, eso va ahí! ── Gritó Seonghwa, haciéndole señas a su tío para que rodara el cartel que señalaba el puesto de boleterías, un poco más hacia la derecha──. ¡Ahí! ¡Está perfecto!

Todo el barrió se movilizó para preparar la inauguración del nuevo gimnasio de peleas que construyeron en el antiguo callejón y en el terreno vacío adyacente. Ahora, un amplio edificio se erigía junto al renovado taller, compartiendo el mismo nombre: Halazia. El gimnasio tenía dos plantas, contaba con baños, vestidores, estacionamiento, un ring mucho más grande y graderías en ambos en ambos pisos, incluyendo una zona exclusiva y palcos privados. Por dentro era tan imponente como bonito; con la ayuda de un viejo amigo, San pudo conseguir paneles solares para el gimnasio, el taller y varias cuadras del barrio, y según las últimas noticias que Jeongin le había dado, pronto podrían conseguir más y si las cosas salían bien con la inauguración, también conseguirían patrocinadores y muchos más ingresos para seguir mejorando Ahyeon-dong.

── San ya llegó con los proveedores, ¿Dónde está Jongho? ── Wooyoung llegó corriendo hasta Seonghwa, pero antes de que el mayor le pudiera contestar, vio a su amigo no muy lejos de allí y entonces corrió a alcanzarlo. Faltaban pocas horas para que empezara el show y aún quedaban cosas por terminar; ahora debían surtir las máquinas expendedoras de los corredores afuera de las graderías y los puestos de comida rápida que la misma gente del barrio atendía. No había nadie que no se beneficiaría de esas peleas; cada moneda que se gastara allí esa y todas las noches, serían para ellos, para el barrio. Y, claro, el correspondiente porcentaje que empezaría a cobrar la policía como "impuesto" por tener un negocio como ese allí.

A ninguno le había caído en gracia la visita que les hizo el director de la policía apenas unos días atrás para avisarles de ese nuevo impuesto que debían pagar, y para conocer a quien se había robado el imperio del viejo prestamista.

── ¿Cuál robo? Si él era mi padre... Todos lo sabían. Yo solo reclamé mi herencia. ──Le había respondido San, enseñándole el testamento que su padre había dejado. Era falso, por supuesto, pero no había nadie que pudiese decir que lo era, después de todo, el viejo Choi siempre reconoció a Choi San como su único hijo──. Así que no veo lo raro, ni el robo.

── Lo que sí es raro es ver a policías en esta zona. ── Dijo, Hongjoong. Todos estuvieron presentes en esa reunión──. En todos los años que llevo viviendo aquí, nunca vimos a ningún policía venir por aquí, ¿Verdad?

── No. Nunca.

── ¿Recuerdan esa vez que dos camionetas explotaron aquí? La policía nunca apareció.

── ¿Y cuándo mataron a nuestra amiga? Tampoco aparecieron.

── Tampoco aparecimos cuando mataron al prestamista y a sus hombres, ni cuando robaron esa armería en el centro, pero aun así nos enteramos de todo. ── Replicó con calma el jefe de policía──. Y sí, tenemos pruebas de eso. Piensan que no están vigilados, pero no es así. Ustedes creen que porque vencieron a ese viejo usurero y se quedaron con su dinero y sus propiedades tienen al mundo a sus pies y algún tipo de poder, pero son solo unos niños que no saben qué tan grande es el mundo porque nunca han salido de su barrio marginal... ──Espetó con desdén──. Empezaremos a cobrar desde este mes, muchachos. Sean cumplidos, ¿Entendido?

El sujeto se puso de pie, alisó su uniforme, luciendo una sonrisa muy aplacada y pretenciosa. Los chicos también se levantaron, sin poder disimular las ganas de partirle la cara al policía hasta borrarle la sonrisa, pero no pudieron más que quedarse con las manos apretadas en puños y dejarlo ir. Los había insultado y descaradamente llegó a avisarles que los estaría extorsionando desde ese momento, y se fue como si nada. Ellos no eran tontos, sabían que esa institución era intocable; no podían enfrentarse a ellos, al menos no hasta hacer crecer sus influencias y para eso tendrían que pasar muchos años.

𝙎𝙩𝙧𝙚𝙚𝙩 𝙁𝙞𝙜𝙝𝙩𝙚𝙧Donde viven las historias. Descúbrelo ahora