Abrí mis ojos, todo a mi alrededor daba vueltas, mi visión era borrosa y me vi obligada a cerrar los ojos nuevamente. Me quedé así por un tiempo, no puedo asegurar cuanto fue, pero cuando logré abrir mis ojos me encontré con que estaba en una habitación insípida.
¿Qué diablos había sucedido? Me era imposible recordar como había llegado hasta allí. Me senté en la cama que no tardó en emitir un leve quejido y fue entonces cuando noté en donde estaba, una habitación de hospital.
Llevaba algunos cables conectados a mi cuerpo, me dolía la cabeza, tenía la boca seca y sentía mis piernas hormigueantes.
Recordaba haber ido a la discoteca, no es nada fuera de lo normal, beber, tontear con chicos, reírme con mis amigas y pasar de esas noches inolvidables, es algo que se repite cada fin de semana. No me acordaba de que hubiera ocurrido algo, por muy pequeño que fuese, que me diera alguna pista de lo que había pasado.
Me intenté levantar, mis piernas estaban adormiladas, aunque hice el esfuerzo, caí al suelo y un dolor intenso se apoderó de mi cuerpo.
Tal vez me habían escuchado, ya que una enfermera al cabo de unos segundos entró en la habitación y comenzó a gritar por ayuda.
...
Me desperté sobresaltada, estaba en mi cama, todo mi cuerpo estaba mojado por el sudor y la camiseta la tenía pegada, no había peor sensación que esa al apenas despertar. Otra vez había vuelto a soñar con aquel día, desde aquella noche no pude volver a dormir con tranquilidad, no he vuelto a dormir sin que esa pesadilla me atormente cada noche.
No me siento segura incluso dentro de las cuatro paredes de mi habitación, incluso teniendo un guardia de seguridad en la puerta, al cual le puedo gritar si cualquier cosa me sucede, no logro conciliar el sueño de pensar que cualquier noche puede volver a sucederme lo mismo.
Me metí a la ducha, sentir el agua caliente recorriendo mi cuerpo fue la mejor manera de recuperar el buen humor ante lo ocurrido. Volver a la cama no era una opción, a estas horas incluso los empleados de la mansión están dormidos, no hay desayuno listo, no hay más que los guardias de turno, que están las veinticuatro horas vigilando.
Cuando estuve con mi ropa deportiva colocada, dispuesta a salir de allí para empezar mi día lleno de energía, acomodé mi cama, coloqué el bulto de sábanas que hasta el día de hoy me seguía funcionando para escaparme cada mañana y abrí con sumo cuidado la ventana de mi balcón.
Cualquiera pensará que treparme por el balcón y bajar por una enredadera sujeta a unos tablones de madera, es de las decisiones más estúpidas que cualquier ser humano tomaría, pero la realidad es que prefería poner mi vida en riesgo que tener a la seguridad de la mansión pegada a mi culo incluso en los momentos que voy al baño a cagar.
Puede que la expresión suene de lo más vulgar, sin embargo, no es más que una realidad, estos últimos días se han vuelto un infierno, mi padre regresó a tener la misma paranoia que trae desde ese día, en el que metieron algo en mi bebida, me llevaron a un escampado, inconsciente, me golpearon hasta el cansancio, hicieron de mí lo que quisieron y me dejaron allí, pensando que había perdido la vida.
Llegué al hospital gracias a un hombre, el dueño del predio, que había estado buscando a su perro, que es un poco travieso y suele escaparse a cazar gallinas, me encontró tirada sin ropa, pensó que me habían matado, llamó a la policía. Cuando llegaron me encontraron con los signos vitales muy bajos, estuve varias semanas en coma y cuando abrí los ojos no tenía idea de nada.
No es que no sienta miedo de que algo como eso pueda volver a sucederme, tengo miedo cada día, pero luego de llevar más de medio año encerrada, tomé la decisión de que no podría continuar viviendo de ese modo, que dejar que el miedo me coma por dentro lentamente hasta que no quede nada de mi esencia, no es una opción.
Empecé a trotar lentamente en cuanto pude evadir la seguridad y salir por una de las puertas de servicio, le había robado una tarjeta de acceso a el ama de llaves, si era descubierta, me sentiré culpable, pero jamás me arrepentiría.
El día hoy estaba gris, había estado lloviendo, las calles aún estaban mojadas y una espesa niebla lo cubría todo. Lo bueno es que a esta hora en la que aun el sol no ha salido la gente no suele andar por las calles, por el contrario, suele ser tan tranquilo que me siento un poco más libre.
Poco a poco fui aumentando la velocidad, me coloqué los auriculares y mientras corría me perdí en las canciones de mi playlist. Perdí la noción del tiempo y espacio, de repente estaba en un parque que no sabía ni siquiera que estaba allí, miré el reloj en mi muñeca, había estado corriendo hora y media.
Estaba dispuesta a volver trotando suave, aunque el sol apenas estaba por comenzar a salir, me daría perfecto el tiempo para regresar a casa antes de que pudieran notar mi ausencia, respiré profundo, miré los árboles a mi alrededor y me di la vuelta para regresar por donde había entrado.
De repente me cegaron las luces de un coche, estaba estacionado a unos pocos pasos de mí, estaba tan sumergida en la música de mis auriculares que no me había dado cuenta de su presencia, me quedé congelada, me quité los auriculares y podía escuchar el sonido del motor rugir.
De repente se movió un poco, lo suficiente para retroceder tres pasos rápidos y caer al suelo, pensé que me iba a atropellar, con mi respiración agitada me puse de pie como pude. Salí corriendo y escuché el coche que andaba detrás de mí hasta que de pronto sentí dolor en mis piernas y rodé por encima del automóvil.
Se detuvo cuando me caí al suelo, la puerta se abrió, una persona cubierta con ropa negra y un pasamontañas que solamente dejaba ver sus ojos, se aproximó a un paso lento. Traté de huir, quería escapar de esa persona que en mi interior algo me decía que era la misma de aquella noche, por lo que me arrastré en dirección al césped.
Era inútil, un inútil intento de salvar mi vida, por qué no podía ponerme de pie. Una mano fuerte me tomó por el tobillo, la fuerza con la que ejercía presión me hizo darme cuenta de que no podría ser una mujer, no podía ser una perra que simplemente me tuviera rabia.
Me arrastró algunos pasos, pensé que sería mi fin, que iba a matarme allí, cuando de repente un chico apareció de la nada, le empezó a dar golpes en el rostro y esa persona que tenía el pasamontañas puesto corrió hasta su coche, se marchó, tan pronto como pudo.
El chico que me había salvado la vida trató de abrir la puerta del automóvil, le golpeó el vidrio repetidas ocasiones tratando de romperlo, quería detenerlo para que no pudiera marcharse, pero fue en vano, por supuesto que no iba a ser una tarea fácil, sea quién sea esa persona que intenta matarme no va a dejar que lo agarren tan fácil.
—¿Estás bien? —me preguntó inclinándose a mi altura.
Ahora que el peligro desapareció, pude apreciar más detenidamente su rostro, sus facciones, es... No debería de estarlo pensando ni siquiera, pero está jodidamente bueno, es guapísimo.
Sus ojos se quedaron mirando los míos fijamente, por primera vez en mi vida se me olvidó como hablar ¿Quién era? ¿Qué estaba haciendo en este sitio tan apartado a estas horas? La curiosidad de saber más sobre él se apoderó de mí.
Estaba a punto de armarme de valor para responderle cuando de repente frenó otro coche en frente a nosotros, el miedo se volvió a apoderar de mí y lo tomé de su camiseta con fuerza. Vi bajarse del automóvil a mi padre, mi corazón sintió paz y las lágrimas que ni siquiera sabía que estaba conteniendo empezaron a salir.
Lo que no me esperaba es que mi padre empezara a golpear al chico que hacía nada más unos minutos me había salvado la vida.
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El guardaespaldas de la millonaria caprichosa ✔️
RomanceLennon es la hija de un famoso empresario, como toda hija única siempre consigue lo que quiere, pero todo cambia cuando su vida comienza a correr riesgo y con ello comienza a ser restringida por su padre. Ella piensa que todo eso es una exageración...