Capítulo 3 No me provoques

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Estaba a punto de desabrochar mi sujetador cuando se dio la vuelta, la diversión se apoderó de mi rostro y me crucé de brazos estando a su espalda.

—No hagas tonterías —se quejó con su voz que aún temblaba— Saldré, pero dejaré la puerta un poco abierta y tienes dos minutos, nada más ni nada menos, no necesitas más para cambiarte, además estás a medias.

Ni siquiera esperó a que le diera una respuesta, pasó por mi lado con su indiferencia, en cuanto salió de la habitación, yo me sentía un poco más frustrada de lo normal, pero no se lo iba a demostrar.

Me coloqué el bikini, me lancé sobre la cama y dejé pasar los segundos antes de que volviera a entrar, de repente asomó su rostro temeroso, como si pudiera encontrarme aun sin vestirme y cuando me vio con el traje de baños puesto, recostada en la cama, se reflejó el alivio en su rostro.

Entró a la habitación con cautela, las ganas de irme a la piscina desaparecieron también, pero una parte de mí no quería permitirse sumergirse en la miseria aunque la situación fuera abrumante. Me levanté de la cama dispuesta a ir con mi extensión por un poco de helado a la cocina, estaba a punto de pasar por su lado, cuando sentí su mano sujetarme de la muñeca y le clavé la mirada.

—Qué sea la primera y última vez que haces algo como esto —sentenció con seriedad.

Quería imponer respeto, se notaba en cada una de sus facciones, pero eso conmigo no iba a funcionar, no me impone miedo ninguno, ni respeto, solamente con cada una de sus acciones aumentaban mis ganas de hacer de su vida un infierno.

—¿Te crees con el derecho de decirme lo que puedo hacer? —una sonrisa burlona apareció en mis labios y cerró sus ojos unos segundos, como si estuviera buscando su paciencia en algún rincón de su mente.

—Puedo, tu padre me dio autorización —sus ojos se abrieron y su mirada se encontró con la mía, incrédula.

En aquel silencio que se formó, decidí que seguiría jugando, porque lo que acababa de decirme, simplemente me importaba una mierda. Pasé suavemente mis dedos por su mejilla, que desprendían un fuerte calor, se ruborizó en menos de lo que esperaba y aproximé mis labios a los suyos sin dejar de mirarlo.

Una parte de mí deseaba besarlo, pero no puedo negar que también es divertido tener el poder de causar esto en una persona. Estaba conteniendo su respiración, lo tomé por la corbata y lo pegué contra la pared, él sonrió, lo que desfiguró por completo mi rostro.

—Sé que deseas tenerme, se nota desde la primera vez que vi, me deseas —susurró en un tono que logró estremecerme y enlazó sus dedos en mi cabello.

—¿Qué dices? —murmuré con ambas cejas alzadas— No es cierto.

—¿Entonces por qué quieres besarme? Se nota en tu rostro, me quieres besar —su pulgar rozó mi labio inferior.

De un movimiento brusco retrocedí, nos separamos y una risa ronca salió de su garganta, todo esto le debe de haber parecido patético, una chica que se lanza a sus brazos para luego alejarse.

Se volvió a aproximar con aquella misma sonrisa, no me atreví a moverme, quedaría incluso como una peor cobarde si lo hacía.

—Este juego podemos jugarlo los dos Lennon, de ahora en más no me provoques —susurró con diversión.

Salí de mi habitación furiosa, esto no se quedaría así, no lo haría, este...

Dejé de pensar cuando escuché sus pasos detrás de mí, me metí en la cocina, tomé el pote de helado que tenía ganas antes de comerme, y salí en dirección al jardín para darme un baño en la piscina, no, definitivamente no iba a permitir que algo como esto me abrumara.

El guardaespaldas de la millonaria caprichosa ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora