Capítulo 5 Quizá si me gusta

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No puedo negarlo, ver a Kenneth de ese modo solamente me podía provocar diversión, o al menos eso fue lo que pensé hasta que entramos a ese café, cuando la camarera lo empezó a mirar y por supuesto que no lo estaba haciendo de forma amistosa, lo desvestía con la mirada.

Me molestó, por alguna extraña razón la sangre me hervía, quise provocar una situación que si me detenía a pensarlo más de dos segundos perdía sentido por completo, pero que ya lo había hecho y no había vuelta atrás.

En cuento regresó, la camarera Kenneth no era quien la dejaba de mirar, aunque ella se mantuvo cabizbaja, lo que había hecho había dado resultados, tal vez no quería problemas en su trabajo o quizá solamente tenía, aunque fuese un poco de dignidad.

En cuanto se dio la vuelta para marcharse, Kenneth con un gesto divertido se puso de pie, mis ojos se quedaron fijos en los suyos, lo fulminé, pero no sirvió de nada.

Fue tras la muchacha, que estaba muy sonriente mientras hablaban, ¿le parecía divertido estar humillándome de ese modo? Observé que le estaba escribiendo algo en un papel.

No me iba a quedar allí para continuar viendo como esa mujer probablemente llevaba esa sonrisa porque le había dicho que no tenemos ninguna relación, dejé sobre la mesa todo lo que había pedido intacto, lancé unos billetes que cubrían los gastos y salí del sitio.

Kenneth había estado tan concentrado en esa chica que ni siquiera notó cuando me fui, le serviría de lección, seguro que le serviría.

Caminé por el shopping mirando las vidrieras, tenía la mente en otro lado, probablemente en Kenneth, que hasta el momento no lograba descifrar por qué me importaba lo que él hiciera. Es decir, se me hace un chico guapo, eso es de ese modo desde la primera vez que lo vi, pero ni siquiera lo conozco, no puedo decir que me gusta, no me gusta para nada, desde la mañana que llegó no deja de volver mi vida un pleno infierno.

De repente escuché pasos detrás de mí, alguien pasó corriendo, me empujaron y me caí, un dolor intenso se depositó en mi brazo, miré hacia mi lado y me había cortado un brazo con el filo de un adorno de plantas que había.

Me puse de pie entre gruñidos cuando de repente un chico se aproximó, guapo, se veía bastante guapo y sonriente.

—¿Estás bien? —se apresuró a preguntar.

—Sí, no es nada —le respondí sin apartar mi mirada de la suya.

—Esos idiotas, seguramente robó algo de alguna tienda —me tomó con delicadeza el brazo— Tengo un kit de primeros auxilios adentro, permite que te cure al menos.

—¿Trabajas aquí? —me atreví a preguntarle relamiendo mis labios— Nunca te había visto antes.

—Sí, trabajo aquí algunos días de la semana, ayudo a una tía —comentó mientras caminábamos dentro de la tienda.

Me senté en una banca, era una sección de zapatos deportivos, se veía bastante bien todo, pero por alguna extraña razón estaba vacío.

—En este horario no viene mucha gente, por eso lo elegí para cubrir a mi tía —sonrío como si pudiera leer mis pensamientos.

—Se ve tranquilo —recalqué mirando unos zapatos que me serían perfectos si pudiera continuar corriendo en las mañanas— ¿Me los podrías enseñar después?

—Vaya, acabo de salvar a una chica con muy buen gusto —comentó mientras se inclinaba a mi altura para curarme— Te los enseñaré cuando finalice.

—Estupendo —sonreí, pero la sonrisa se desvaneció en cuanto pasó el algodón por la herida y me comenzó a arder— Auch.

Una pequeña y perfecta sonrisa apareció en sus labios, levantó su mirada unos segundos, cerré mis ojos ante el dolor, de repente sentí su dedo rozar mi nariz.

—Ya está, puedes abrir los ojos —dijo en un tono de burla e hice un pequeño puchero.

—No me trates como si fuera una niña pequeña —gruñí, pero por alguna extraña razón no pude evitar sonreír.

—No lo hago, lo juro —lo escuché reír mientras bajaba los zapatos que le había pedido antes.

Cuando me los entregó, no puedo negar que al tenerlos entre mis manos se veían mucho mejor de lo que se percibía desde lejos, me dispuse a probarlos, pero él hincó una rodilla ante mí, se veía como si fuera a proponerme matrimonio, la simple idea hizo que me ruborizara.

En realidad solamente levantó mi pie, me quitó mi zapato y me colocó uno de los tenis, con mucha delicadeza, parecía que tenía miedo de hacerme daño.

De repente escuché unos zapatos en la puerta, giré mi rostro para encontrarme con el de Kenneth, me había olvidado de su existencia.

—¿Te parece divertido hacer que te busque por todo el shopping desesperado? —dijo furioso.

—Estabas ocupado haciendo cosas que dentro de tu horario de trabajo no deberías de hacer —respondí con frialdad— No tengo por qué quedarme a presenciar tal cosa.

Guardó algunos segundos de silencio, como si estuviera debatiendo en su interior si había hecho algo incorrecto, yo me quedé con mis labios fruncidos en una mueca de disgusto, volví la mirada al chico ante mí, que parecía un poco incómodo ante la situación.

—Muchas gracias por permitirme probarlos —me dije en un tono amable— Son cómodos, los voy a llevar.

—Deberías de dejar de gastar tu dinero de forma innecesaria, quién sabe cuantos pares de zapatos tienes, como para seguir gastando en algo que no necesitas —me regañó Kenneth, que se veía ya un poco más irritado de lo normal.

—¿Entonces los llevará? —volvió a preguntar el chico que se notaba inseguro por las palabras de Kenneth.

—Sí, por favor —le pedí sonriente ignorando las palabras de Kenneth.

Esperé a que me los entregara, pasé mi tarjeta de crédito y cuando se cobró la compra salí de la tienda en silencio. Luego de las palabras que había dicho Kenneth, mi mente se dispersó a tal punto que ni siquiera me despedí del chico que me había ayudado, me sentía molesta.

—No tienes derecho a molestarte conmigo, no tienes derecho tampoco de decirme que puedo o no hacer con mi dinero —me quejé de repente cuando estábamos a punto de llegar al coche.

—¿Pero tú si tienes derecho a irte sin decirme nada? —se queja con la voz ronca de la rabia.

—Lo tengo, porque no fui yo la que me puse a coquetear y me distraje de mi trabajo por el cual me están pagando —le recordé furiosa.

—Por qué no puedes admitir que te estabas muriendo de celos Lennon, por eso te marchaste —aseguró con cierta petulancia en sus palabras.

—No, no estaba celosa, ni siquiera me importa con quién sales o no, pero estás cumpliendo con un trabajo, no trates de culparme porque me perdiste de vista, si hubieras estado conmigo como debería de ser ese chico no me hubiera empujado y no me hubiera lastimado —me quejé con las lágrimas a punto de salir.

Él ni siquiera había notado el corte en mi brazo, llevó sus dedos hasta mi piel, tenía una gaza que cubría el corte, pero pude ver la culpa en su mirada. Había sentimientos encontrados en él, tanto como los había en mí, nos quedamos viendo en medio de aquel insoportable silencio.


Jugar para ver quién podía molestar más al otro no había salido del todo bien, al menos no como yo esperaba que fuera, quizá sí me comenzaba a gustar un poco Kenneth, pero no podía admitir que fuese de ese modo.

El guardaespaldas de la millonaria caprichosa ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora