Jin, un chico libre, que alguna vez fue separado del amor de su vida. Los prejuicios de su padre lo apartaron del hombre que amaba. Pero para él no todo estaba perdido.
Quiso luchar por su amor, pero, aveces las cosas no suceden como uno las planea...
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Flashback
Cuatro años atrás...
Yoongi abrió la puerta del departamento de su amigo con la llave que éste le había dado, sosteniendo una bolsa con pan y algunas otras cosas de la despensa.
Entró con cuidado de no hacer ruido, pues sabía que su amigo aún estaba en recuperación por la operación que le habían echo para sacar la bala.
Caminó hacia la habitación de Namjoon quien ya estaba despertando.
—¡Hey! ¿Qué tal Nam? ¿Te sientes mejor?
Namjoon aún tallando sus ojos por el sueño asintió. —Ya me siento mucho mejor.
—Me alegra. Voy a preparar café para que desayunes. Traje algunos panecillos ¿Está bien?
—Si, gracias amigo.
En ese momento tocaron a la puerta.
—¿Esperas a alguien?
—No, ¡pero tal vez sea Jin!. —dijo con entusiasmo, levantándose con sumo cuidado. Pues aún le dolía el costado donde había sido herido.
—Tranquilo, yo abro.
Yoongi al abrir la puerta y encontar a una persona no muy grata, frunció su ceño, mirando fijamente al hombre que acompañado de dos guaruras también lo miraba fijamente.
—¿Qué quiere?
—Tu eres el amiguito de...
—¿Quien es Yoon? —preguntó Namjoon acercándose a la puerta, al mirar de quién se trataba endureció su quijada. —¿Qué hace usted aquí?
El señor Kim entró sin permiso alguno, haciendo a un lado la persona de Yoongi y detrás de él también entraron los dos guaruras, cerrando uno de ellos la puerta, bajo la mirada molesta del de ojos gatunos.
—Ante todo, debe tener modales pero...no creo que usted los tenga joven Namjoon. En fin, buenos días.
El chico de tez morena y con camisa a medio abrochar miraba al elegante hombre. —¿Qué es lo que quiere?
El señor Kim llevaba su mirada a cada uno de los rincones del pequeño departamento. Después su mirada fue a parar al chico de mirada y rostro endurecido.
—¿Aquí es donde pretendías traer a vivir a mi hijo, a esta pocilga?
—Si. —respondió tajante y sin miedo. —En esta pocilga como usted dice, su hijo y yo hemos pasado momentos muy felices.
