CAPITULO 12

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Alaya

La persecución del hermano bastardo de Elena fue muy emocionante para mis venas. El imbécil creyó que podía huir de la mujer que domina toda Florencia. Grato fue ver su rostro descompuesto al darse cuenta que todos los civiles empezaron a despejar la zona donde lo habíamos acorralado, dejándola despejada y sin testigos.

Al no haber nadie con Elena nos descubrimos los rostros del uniforme para cuando repartimos muerte, que consta básicamente de dos piezas, sin mangas y de cuero entero. El traje se pega como una segunda piel que bien deja ver la forma del cuerpo de ambas, "aparte del color, Elena y yo somo bastantes opuestas", mientras ella va de negro y es toda curvas, yo voy de blanco y soy estilizada. Manteniéndome unos pasos atrás, veo como Elena dispara dos veces al cuerpo de quien ella adoraba como su pequeño hermano menor, "dos balas, una por cada miembro que ella perdió por su culpa", cuando va por el tercero un estruendo nos distrae que al ver hacia atrás logro ver un auto de color gris con una flecha clavada en el capó, "¿pero que mierda?". Al volver la vista donde Danilo Bernardi me doy cuenta que el desgraciado saltó al rio.

Camino para estar al lado de Elena mirando el rio a ver si el imbécil sale a superficie a tomar aire — A pesar que detesto no verificar la muerte de mi víctima, ese idiota no sobrevivirá con las dos balas y las dos heridas que tiene en el cuerpo—recorro toda la superficie de agua intentando ver un mínimo de burbuja que me indique que el desgraciado esta ahí— entre la sustancia que creé y tu veneno, sus posibilidades de vivir son nulas —Elena asiente y veo como su mano toca su vientre —¿estás bien? —me preocupo.

—Si —responde aun con la vista fija en el rio.

—Imagino que quien intentó interrumpir fue David Pierelli —indago.

—Mas que seguro —dice —¿Quién fue por él? —pregunta mirándome.

—Uno de tus muchachos —aclaro —evitó que se acercara al dispararle una flecha al capó de su auto, ¿Quién usa una ballesta hoy en día? —ella sonríe aligerando un poco el ambiente.

—Federico tiene a su hermano —cuenta —al parecer intentaba robar algo de la caja fuerte de Luca —asiento, "al parecer ninguno de los dos tuvo suerte al momento de tener hermanos". Extiendo el puño y lo choca con el mío.

—Bien hecho, Ninfa —alabo.

—Gracias por la ayuda, Zarina —responde —¿iras por él? —tomo una respiración profunda y asiento.

—Si, ese hijo de puta tiene que aprender que es lo que pasa cuando lastiman a una Petrova —cierro y abro mis manos de las ansias que ya corre por mi cuerpo desenado su sangre.

—¿Hablaste con Omer? —pregunta lo que me toma por sorpresa.

—¿Por qué tendría que hablarle? —contesto con algo de molestia. Desde ese día no he vuelto a saber de él, bloquee su número y me enfoqué en mi familia, aunque una parte de mí, por mínima que fuera esperaba algo, mensaje, palabras, lo que sea, niego enterrando esos pensamiento, "ya tengo las manos llenas, lo que menos necesito son dramas sentimentales".

—Para que te aconseje de una buena forma de entrar en territorio de su padre.

—No necesito su ayuda —me encamino a mi moto, pero Elena me detiene tomando mi mano, cierro los ojos y la veo.

—Conmigo no Alaya —frunzo los labios y giro la vista hacia otro lado.

—No necesito más complicaciones en mi vida Elena —la miro —tengo una organización en mis hombros, mis sobrinos necesitan de mi —hago una pausa —no puedo concentrarme en otra cosa.

ZARINADonde viven las historias. Descúbrelo ahora