CAPITULO 5

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Omer

—Bien, Maximiliano —rodeo al hombre que hay colgado en el sótano de la casa —nos diste mucho trabajo —el hombre me sigue con la mirada con su único ojo bueno ya que el otro lo tiene reventado, después de la serie de golpes que recibió de Deniz.

Elena Bernardi demostró ser una mujer de palabra. Apenas concluyó lo que fue a hacer en Viena me llamó para que fuera a reclamar mi pago por la ayuda. Debo decir que cuando llegue la vista fue...magnifica de cierta forma. Vestida de negro y manchada de sangre, y esos ojos tan fríos que hasta mi piel se erizó cuando la vi en esa sala llena de todos los Don de la famiglia, los cuales la miraban con respeto y admiración.

Ahora tengo al causante de la muerte de varios de nuestros hombres y la razón por la que conocí a Alaya Petrova, colgando tal pedazo de carne, desnudo y a mi merced.

—Todo esto...fue obra tuya —jadea —y de esa asquerosa traidora —estrello el bate en su costado sacándole un grito.

—Deberías mirarte en un espejo antes de acusar a alguien de traidor —vuelvo a golpearlo —intentaste matar a un miembro de la familia de tu capo—tose y escupe sangre.

—Los Rivals jamás debieron meterse en este mundo —me detengo en su delante —son demasiados rectos para nuestro ambiente —sonríe sarcásticamente —tú lo debes entender mejor que nadie o no...sultán.

Bufo antes de volver a estrellarle el bate en las costillas. Tomo su mandíbula con fuerza haciendo que me mire de frente —esa a la que desprecias vale mucho más que tu —endurezco mi agarre —porque sabe que, si bien somos los monstruos de la sociedad, lo más valioso es nuestra palabra y tú no la tienes —lo suelto para alejarme y ver su figura deplorable —esa es la razón por la que ella ahora está en la cima y tu —con lentitud me mira —aquí, en mis manos.

Su vista se pasa detrás de mí y puedo ver como se le frunce el ceño —Amelia —miro sobre mi hombro —aquí tienes un nuevo cuerpo con el que puedes estudiar —ella sonríe a lo que asiente.

—¿Estudiar? —pregunta confundido.

—Amelia está estudiando medicina, necesita practicar para ser la mejor —explico y sin decir más el entiende empezando a negar con desesperación.

—Mátame —suplica —¡mátame de una buena vez, hijo de puta! —yo solo sonrío mientras Amelia deja un maletín en la pequeña mesa de metal que hay cerca. Con rapidez le vuelca el rostro de un puñetazo que acaba con sus miserables gritos.

—Tan rudo por fuera, pero unos simples golpes y cadenas y ya estas suplicando tu muerte —se burla.

—Otra puta con aires de grandeza —susurra, "no debió decir eso". Suelto un suspiro cuando Amelia agarra el bisturí y lo deja solo a milímetros de su ojo bueno dejándolo quieto y con la respiración interrumpida.

—Esta puta disfrutará mucho en oírte gemir como un cerdo —baja lentamente el bisturí sin tocarlo —cuando empiece a abrirte para ver tus órganos —veo a Amelia sonreír de una forma que podría helar la sangre —gracias a ti, tendré muy buenas calificaciones — me alejo dejando a la futura doctora con su paciente.

Entro en la casa por la puerta del jardín y me dirijo hacia las escaleras para ir hacia mi habitación cuando un mensaje me llega y veo que es de Joseph:

La próxima vez que me cuelgues, juro que apenas llegues a Alemania te colgaré como a las muñecas.

Me rio ya que es su forma de siempre mostrar su preocupación, junto a su mensaje hay un número que desconozco.

Tu encargo, úsalo con cuidado.

Con eso último sé a qué se refiere, así que sin demora lo registro y mando un mensaje con el cual me reconocerá. Al dar enviar siento a alguien delante de mí que al levantar la vista me encuentro con una mujer, alta y de cabellera rubia con ojos azules, bien vestida con una sonrisa amable.

ZARINADonde viven las historias. Descúbrelo ahora