CAPITULO 30

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Alaya

Al salir del salón me siento mucho más ligera y de cierta forma...extraña, "le dije que lo amaba", sonrío volviendo a recordar el sabor de esas palabras y el gusto de también de haber las escuchado de vuelta.

—Mi señora —un guardia aparece cuando salgo de la mansión para sentir un poco de la brisa fría —los hombres están inquietos por el visitante.

—Lo sé —digo sabiendo que la llegada de Omer ha afectado a mis hombres —reúne a todos en el centro de entrenamiento, hay cosas que tengo que informar —este asiente y se retira. La nieve comienza a caer despacio, empezando a cubrir todo de un espeso blanco —los cambios jamás serán sencillos —susurro.

—Alaya —al mirar atrás me encuentro a Omer y de inmediato noto la marca en su cuello, mis pies se apresuran a su frente y aparto su camisa para ver bien —no es nada.

—¿Qué pasó? —pregunto lo más tranquila posible.

—Solo una charla para dejar claras las cosas —quiero refutar, más que nada porque él está herido, pero sé que mi abuelo no iba a estar tan tranquilo siempre —escuché que iras a hablar con los guardias.

—Tu presencia los altera —explico —ellos al igual que todos saben de la enemistad que hay entre las dos familias.

—¿Quieres que vaya contigo? —niego.

—No, es algo que tengo que hacer sola —peina mis cabellos hacia atrás dejando un beso en mi frente.

—Cuídate —asiento y vuelve adentro. Tomo una bocanada de aire y me encamino hacia donde todos entrenan, en donde inicie todo mi camino y en donde ahora se producirá el cambio que necesito para tener al hombre que deseo y la cabeza del hombre que odio.

Narrador X

Cada hombre se presenta firme en cuanto notan la presencia de su jefa, con la mirada miel resaltando en el blanco ambiente y su cabello rubio en una coleta alta. La vestimenta negra es la siempre utiliza a la hora de entrenar —escúchenme atentos que esto —saca un rollo de vendas de atrás —será una oportunidad única para ustedes —empieza a vendar una de sus manos —todos vieron al invitado que hay en la mansión en estos momentos —todos asienten —bien pues ese hombre es mi pareja —cada guardia se sorprende, otros fruncen el ceño en rabia y otros quedan en blanco —Omer Baruk es a quien he escogido como mi compañero y esposo —Alaya pasa a la otra mano vendándola de igual manera —y como sé que varios no aceptarán de a buenas, lo resolveremos como en viejos tiempos —sonríe mirándolos —un combate, cuerpo a cuerpo —mueve de un lado a otro su cuello para después ponerse en posición —todo aquel que no esté de acuerdo, pase al frente y pelee.

No pasa mucho para que el primer hombre se vaya al frente dando inicio al primer combate. Patadas, llaves, puños y varias caídas, Alaya se sumerge en toda una contienda de golpes en donde recibe varios, pero también los devuelve. Todo lo que ha aprendido sale a flote en cada hombre al que se enfrenta, demostrando por qué ellos la admiran y bajan la cabeza en su presencia, el por qué la apodaron «Zarina» y también por qué no desean que se una a un Baruk.

—¿Por qué señora? ¿Por qué justo con ese asqueroso turco? —ella lo encuella con las piernas llevándolo hasta el suelo.

—Porque ha demostrado estar a mi altura —dice poniéndose de pie —Omer Baruk podrá tener la sangre del hombre causante de muchas de nuestras desgracias, pero es un hombre que se ganó la confianza de la misma Ninfa —muchos se sorprenden por ese dato —y también la mía. Hombre que comparte la misma visión que teníamos con Elena —ve hacia cada guardia —y es el permitir a las nuevas generaciones gobernar tranquilos, sin resentimientos del pasado —el hombre caído se levanta y escupe sangre a la nieve ya acumulada —mis sobrinos y los niños por nacer de ustedes, merecen crecer en un entorno seguro —bufa —bueno hasta cierto punto, porque —levanta las manos a sus costados —esto es la Bratva y nosotros no nos estancamos, sino que avanzamos y conquistamos. Robamos y nos adueñamos de todo lo que deseemos y ahora —lleva su puño al pecho —yo deseo y amo a Omer Baruk —vuelve a golpearse —deseo unir dos organizaciones para dar paso a una alianza poderosa, una en la que ningún ser en esta tierra se atreva a revelarse contra nosotros —la postura de varios cambian —en donde con solo decir de donde pertenecemos bajen la cabeza y tiemblen —besa su puño para después volver a golpearse el pecho —eso es lo que deseo y lo obtendré con quienes estén dispuestos a seguirme, quienes tengan la mente hacia el futuro y no solo se cieguen por el pasado, que no he olvidado y que cobraré.

ZARINADonde viven las historias. Descúbrelo ahora