CAPITULO 29

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Omer

El día está totalmente de blanco, solo somos la familia de Alaya, un sacerdote, varios de los guardias de la Bratva y yo quienes presencian el entierro de los jefes italianos. Elena y Federico fueron víctimas de cierta forma de una obsesión enfermiza por parte de Danilo como de David Pierelli, ambos tenían motivos diferentes, pero se completaban a tal punto de que la caída de uno significaba la ruina del otro, "disfruten el tiempo prestado que compraron, porque no les durara mucho". Antes de que Alaya llegara le pedí a Joseph que buscara a esos dos usando todo a nuestra disposición, "no me quedaré sin hacer nada por sus muertes".

Con el tiempo transcurrido Elena ya no solo era una socia a la que veía como un medio para un fin, ella se convirtió en parte de los seres que me importan, eso incluye a la hija que tuvo, a lo que supe por parte de Alaya es que la trasladó hacia España, que, si bien es territorio enemigo para la heredera de la famiglia, es el único lugar que Danilo y David no buscarían ya que los Monterreal no deseaban ninguna guerra después de que la hija del jefe quedara metida en un fuego cruzado.

Veo hacia los sobrinos de Alaya que miran tristes como los ataúdes bajan, mas no veo que lloren ni nada —no los verás llorar frente a los demás —susurra Alaya mirándome —es algo que su padre les inculcó siempre —su mirada se enfoca en la nada —«las lágrimas son preciadas, no todos son merecedores de ver las nuestras».

—¿Es por eso que nunca lloraste frente a nadie? —sonríe de una forma irónica.

—Para mí no fue algo tan dulce —suelta un suspiro —yo no podía llorar, porque hacerlo era darles un arma con el cual joderme, significaba darles la razón de que era débil y merecía morir —siento mis músculos tensarse al imaginarme a una Alaya de la edad de sus sobrinos, conteniéndose, aguantando cada insulto y golpe solo por haber sido concebida fuera de un matrimonio, "malditos idiotas". Cubro sus hombros apegándola hacia mí, "ella no merecía sufrir nada ni contener su dolor". Miro hacia su padre como se mantiene serio y quieto mientras van bajando los cuerpos para comenzar su entierro, "¿Por qué si la protege tanto de mí no hizo lo mismo con su gente?". Se que el peso del liderazgo muchas veces te pone limitaciones, pero mierda, es su hija, ¿Cómo permitió que tuviera que atravesara un infierno en vez de imponerse y hacer que la respeten?

Al terminar el funeral y dejar flores en las tumbas nos dirigimos todos de nuevo hacia la mansión mientras los guardias se dispersan a los alrededores —preparen el baño para los niños —ordena Alaya y la sirvienta asiente retirándose a la vez que nos dirigimos a una especie de salón, los perros nos siguen y cuando la puerta se cierra ambos niños se lanzan a las piernas de su abuelo llorando a mares.

—¿Por qué nuestra familia está muriendo abuelo? —la pregunta es como un puñal para todos que el señor Iván los alza a ambos para dirigirse a uno de los sillones, Alaya toma mi mano llevándome hacia el mini bar.

—Esta vida es peligrosa demonios —les dice —pero aun sino la tuviéramos, es ley de vida que la gente muera, nada es eterno —les limpia sus lágrimas —llegará su momento que todos dejemos de vivir para convertirnos en recuerdos —ellos entierran sus rostros en su pecho y la simple vista me hace sentir espinas en mi garganta.

—Tía —la llama Dominik quien baja del regazo de su abuelo y se acerca hacia Alaya. Ella lo alza y él le abraza el cuello —no mueas ponto, po favo —aun cuando no pueda pronunciar la «r», entiendo lo que dice.

—No lo hare, estaré con ustedes hasta que ocupen su lugar —lo aleja y apega su frente con la de ella —y veré con gusto cuando una mujer los haga caer —le hace cosquillas y el ríe aun soltando algunas lágrimas —así que no se preocupen que este será su ultimo funeral, lo prometo —el asiente y una imagen de ella cargando a otro ser, con el color de sus ojos y mi cabello oscuro, "si, es una imagen perfecta" —ya debe estar el baño —lo baja y le da un pequeño empujoncito —vayan que desde aquí puedo olerlos —se tapa la nariz y agita la mano frunciendo el ceño.

ZARINADonde viven las historias. Descúbrelo ahora