Ventinove

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Ventinove

Me calmaba ciertos demonios. Cuando estaba conmigo, las voces en mi cabeza se callaban; su voz se alzaba por encima del ruido, de los pensamientos negativos y de todo aquello que atormentaba a mi mente. Me relajaba.

Es más, no pensaba en otra cosa que no fuera él y su forma de arrugar la nariz. Pero todo esto era un contrato de doble clausula porque no quería depender de alguien tan repentino para ser feliz; encariñarse estaba mal, todos se iban. Pero al mismo tiempo deseaba encerrarlo en alguna parte de mi alma para que la iluminara con sus matices. Quererlo era tan sencillo... Quererlo era azul. 

Cuando pensaba en él y no estaba cerca, siempre me lo imaginaba con una luminosa aura de distintos tonos de azul que iban desde el cian hasta el indigo. Era esencial dedicarle al menos un pensamiento al día. Y puede que yo solo fuese ceniza pero ciertos restos aun ardían y esos mismos querían convertirse en flama, aunque fuera una pequeñita. 

Vivía a diario con los ecos del pasado que a veces eran generosos y me dejaban volver a una época de mi vida en la que había sido feliz, Ya me estaba cansando de estar tan rota, me empezaba a asustar la idea de jamás recomponerme. Otras veces, solo dejaba fluir todo dentro de mí y me recostaba en aguas profundas que tiraban dolorosamente de mí en todas direcciones. 

''Quiero alejarte de todo aquello que pueda hacerte daño'' 

Sus palabras se fueron dibujando mecanografiadas en la blancura del techo. Me removí en la cama y acomodé el cojín bajo de mi cabeza. 

''Me contarás algún día tu historia?'' 

Negué con la cabeza para nadie en particular. Revisé la hora y dirigí mi vista de nuevo al techo.

 ''Eres lo más real que he tenido en mucho tiempo''

 Me arranqué los auriculares de los oídos y seguí pensando en cosas al azar que me había dicho.

Esta era una de las desventajas de hacer de una persona algo indispensable en tu vida. Ahora mi tiempo se dividía entre los momentos en que me acordaba de él y aquellos donde lo echaba de menos.

Había aceptado su historia y sus demonios. 

Sus puntos flacos y sus comas tristes. Todo de él y mi enojo se estaba esfumando gradualmente. Porque era un iceberg. Veías la punta pero no todo aquello que estaba oculto bajo la superficie, no podía permanecer detestándolo porque eramos iguales de alguna extraña y loca manera.

Si, él me había herido y viceversa. 

 Y Luke aun no conocía todo aquello que esperaba que le contara.

 Era martes. Lo había visto el día anterior y ya el efecto calmante que le daba a mi sistema se iba desvaneciendo. Ashton no estaba nada feliz. Seguía enojado y adolorido (alegaba que el mundo jamás conocería a su descendencia por culpa del golpe de Mike, lloriqueaba y se iba a dormir) y me tenía bajo amenaza; si volvía a verme llorar por culpa de cierto rubio, iría a arrancarle los dientes uno por uno y me encerraría en su habitación.

Estaba un poco cansada, había vuelto a soñar con el accidente y estaba luchando contra la ansiedad, pero al menos el día prometía ser bueno y mantenerme lo suficientemente ocupada como para evadir las cuchilladas en el pecho. 

Hoy en la escuela de Harry se haría un festival de películas, organizado anualmente al parecer por los padres de familia.

Era un proyector que plasmaba en una enorme tela blanca películas infantiles durante toda la tarde y hasta pasada la medianoche y Ann era la comisionada a preparar los bocadillos y algunos postres. Ayudé un poco a cocinar pequeños pastelillos de chocolate y rollos de jamón con queso. 

Forte Oscurità [Hemmings] |Editando]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora