Capítulo 1. Perderse

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Memoria y olvido son como la vida y la muerte. Vivir es recordar y recordar es vivir. Morir es olvidar y olvidar es morir.

Samuel Butler II

Aquella probablemente no era la velocidad recomendada en esa carretera. Si la pillaba la policía podía acabar con una multa. Luz lo sabía, pero no le importaba. Era el menor de sus problemas. Llevaba la ventanilla abierta y su pelo moreno, no excesivamente largo, se agitaba debido al viento. Con el ceño fruncido, recordaba lo que habían sido sus últimas veinticuatro horas, las que la habían llevado a emprender un viaje que jamás pensaba que iba a realizar, un viaje que le había tomado por sorpresa y que, sin saberlo, iba a hacer que su vida diera un giro de 180 grados...

***

La chica tecleaba casi de forma automática en su portátil, redactando la reseña de una de las películas más nominadas a los Goya. Su jefe la había seleccionado para ir a la premiere del largometraje, algo que a ella, personalmente, le había hecho bastante ilusión. Parecía que, poco a poco, comenzaba a confiar más en ella. Había tenido que luchar mucho para quitarse el estigma que parecía llevar escrito en la frente. No quería que su amnesia afectara a su trabajo.

Sí, hacía cinco años había despertado en un hospital sin tener absoluta idea de quién era o cómo había acabado en aquel lugar. Habían sido meses confusos, de muchos dolores de cabeza, muchas crisis, quizás demasiadas para su gusto, intentando ordenar los diferentes flashbacks que aparecían en su mente. Era agobiante. Por ese motivo había comenzado a ir a terapia, no solo para gestionar los sentimientos que a veces la desbordaban, sino porque conservaba la tonta esperanza de algún día despertar recordando todo lo que se había desvanecido de su mente.

Pero habían pasado cinco años, y el avance había sido más bien nulo. Gracias a Natalia, su prometida, había conseguido recuperar cierta información: se llamaba Luz Lasierra, tenía 35 años, era periodista especializada en la crítica de cine y había tenido un accidente en una convención de películas independientes que le había generado tal conmoción cerebral que arrastraba lagunas hasta ese día.

De alguna forma, Luz se había acostumbrado a vivir con ese vacío mental. A veces escribía en su diario, porque quizás, y solo quizás, gracias a ese ejercicio podría comenzar a recordar. Sin embargo, a veces se agobiaba. A pesar de que se focalizaba en el presente, le daba vértigo pensar que había diecisiete años de su vida que no recordaba. Era como si estuviera volviendo a vivir por segunda vez.

Nada más enviar la crítica por correo electrónico, se estiró en la silla de su despacho tanto como su cuerpo le permitió. Ese día había decidido trabajar desde casa, algo con lo que su jefe no había tenido ningún problema. Había vuelto bastante tarde de la proyección. Desbloqueó su móvil y leyó las notificaciones.

Natalia 💓

*foto*

Espero que hayas descansado

Estabas tan bonita que no pude evitar hacerte una foto

Luz sonrió y negó con la cabeza, como si pudiera verla. La fotografía mostraba a la chica dormida, con el pelo moreno desparramado sobre la almohada y la boca semiabierta. El antifaz actuaba como diadema, y su postura corporal mostraba una relajación absoluta. Vamos, que era un cuadro.

Luz.

Buenos días, mi amor

A eso llamas bonita??

Déjà VuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora