Capítulo 5. Sorpresas

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Cuando a la mañana siguiente Luz abrió los ojos, notó el cuerpo entumecido. Se había dormido con la ropa de la calle sobre las sábanas, y el frío hacía que le dolieran hasta las pestañas. Después de unos instantes despierta, se recuperó de la desorientación y recordó lo que había pasado la noche anterior: la conversación con Natalia. Bufó, llevándose una mano a la cara. ¿Cuándo su vida había pasado a ser tan complicada? Hacía menos de una semana no paraba de pensar en la boda a preparar con su chica y su futura vida en Londres, y ahora no sabía si su relación pendía de un hilo.

Se estiró para alcanzar el móvil, sin mirar, y chocó contra su diario. El cuaderno negro era un recordatorio constante de su vida actual, de su próxima rutina: ser la madre perfecta de dos hijos junto a una mujer a la que no conocía de nada. Pensó en lo que le había dicho su chica. ¿Y si aquello era una estrategia de Miguel y Ainhoa para engañarla y obligarla a quedarse allí? Quizás Natalia tenía razón: era sencillo engañarla porque siempre esperaba lo mejor de la gente. Su supuesto mejor amigo parecía sincero, y el cargo que ostentaba lo respaldaba. ¿Desde cuándo un sargento de la Guardia Civil podía mentir? Pero, ¿había acaso confirmado que de verdad se trataba de un miembro de la autoridad?

Ainhoa era otro caso. Le costaba más pensar que la engañaba. Su reacción al verla por primera vez había sido sincera y real. Luz estaba convencida de ello. A fin de cuentas, su llegada la había tomado por sorpresa. Sin embargo, quizás esa tarde urdió el plan junto a su primo. Quizás la habían investigado y, fingiendo un poco el papel de madre abandonada, de esposa depresiva, habían logrado engañar a la morena, haciendo que se creyera toda la historia.

La carta de los Servicios Sociales era lo único que Luz concebía como veraz en toda esa historia, pero podía estar siendo usada como excusa para aprovecharse de la chica. ¿Cuáles eran los motivos exactos por los que le iban a retirar la custodia de los niños a la pelirroja? ¿Por qué no quiso aclararlo el día anterior?

Después de esconder el diario bajo la almohada, alcanzó el móvil. Se había quedado sin batería, claro. Estaba acostumbrada a cargarlo por las noches, pero con el llanto y la ansiedad se había dejado arrastrar al mundo de los sueños antes de pensar siquiera en el porcentaje de batería que debía tener el aparato. Tras enchufarlo a la corriente, se levantó y se fue a dar una ducha.

Bajo el agua notó el rugir de las tripas. Tampoco había cenado la noche anterior. Como su estómago siguiera quejándose de esa manera, iba a devorar todo el buffet del restaurante. Perdida en sus pensamientos, viendo prácticamente el desayuno delante de ella, dejó caer sin querer el gel que había llevado al viaje.

-Mierda -protestó al ver el líquido saliendo del bote. No era la primera vez que su torpeza la hacía desperdiciar tiempo y recursos, y no estaba en predisposición de perder ninguno de los dos.

Al recogerlo, miró el tatuaje que adornaba su brazo por encima del hueco del codo: una luna con tres estrellas. No sabía cuándo había decidido hacérselo pero, a pesar de no recordar el momento ni el significado, le gustaba el dibujo. Siempre se había sentido atraída por el cielo nocturno. Le impresionaba observar el manto de luces, y el lucero que siempre iluminaba la noche le transmitía calma. En su piel tenía dibujada una luna menguante, posiblemente una de sus fases favoritas, una que indicaba el final de un ciclo con la conciencia de que pronto comenzará el siguiente, que todo puede volver a empezar, que nada es eterno.

Después de la ducha, se dirigió al armario para elegir un conjunto para el día que le esperaba. Encendió el móvil esperando encontrar los buenos días de su chica, pero en su lugar encontró silencio, algo que era bastante extraño. No era tan temprano, y aunque ella madrugara siempre le dejaba un saludo para que la morena viera una vez despierta. Sintió el corazón resquebrajarse en su pecho. Natalia debía seguir enfadada.

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