Esa noche, Luz se fue a dormir a su cama con otra sensación muy diferente anidando en su pecho. Las últimas veces que se había metido entre esas mismas sábanas noches atrás lo había hecho con un incómodo nudo enmarañándose en su estómago, con miles de dudas sepultando el resto de sus pensamientos. En ese momento, uno ganaba al resto: había besado a Ainhoa.
Cada vez que lo recordaba, miles de mariposas revoloteaban en su interior, obligándola a abrir los ojos. Resopló, llevándose las manos a la cara sin ser incapaz de disimular una sonrisa. Se sentía como Goku en su nube, una de fantasía que no podía romperse y que seguramente la llevaría a vivir mil aventuras, unas que ya había vivido pero no recordaba. Daba vueltas en la cama, mientras la conversación se repetía continuamente en su cabeza. No podía dejar de repetirla mil y una veces. ¿De verdad había pasado? Era una locura.
Ainhoa estaría durmiendo tranquilamente en su cama, o eso pensaba ella. Quizás estaba dándole vueltas a lo que había sucedido también, y de alguna forma eso la alteraba más, porque significaba que Ainhoa sentía lo mismo que ella. Había dado un salto de fe, confiando en ella, en ambas. Luz podía haberse aprovechado de la mujer, de su dolor y su duelo para obtener el divorcio y así poder casarse con Natalia, algo que ya tenía claro que no pasaría.
Miró el reloj. Pasaba de la media noche. ¿Llevaba dos horas dando vueltas? Tomó la decisión de levantarse para tomar un vaso de agua. Necesitaba tranquilizarse. Salió de la habitación y bajó a la cocina con cuidado. Todo estaba oscuro. Una vez abajo encendió la luz. Era curioso, pensaba, que hubiera estado obsesionada con un pasado que probablemente nunca conociera, un hecho que hacía despertar su ansiedad primitiva, que hubiera estado viviendo durante cinco años en la eterna noche del bosque de la memoria. Sin lugar a dudas, era un lugar peligroso. Estaba plagado de fantasmas, de sombra que decían ser lo que no eran, y unos cuantos recuerdos que habían logrado salir de la oscuridad. No obstante, ahora se daba cuenta de que no hacía falta descubrir los secretos que ocultaba la maleza; bastaba con mirar a la derecha para contemplar el bello páramo que le esperaba, el futuro, uno en el que también tendría que gestionar miedos y superar obstáculos, pero uno cargado de esperanza por el nuevo proyecto que estaba construyendo.
Cuando se disponía a volver a la habitación, escuchó unos pasos en las escaleras. Tanto ella como Ainhoa se quedaron congeladas en el sitio mirándose la una a la otra. La tensión en el ambiente era palpable, pero no era una tensión mala, como la que se había instalado en el aire hacía unos días, tras la discusión.
Finalmente, la pelirroja se acercó a donde se encontraba Luz con una sonrisa. Ninguna de las dos articulaba palabra; estaban demasiado nerviosas como para decir algo coherente. Y si no hay nada para mejorar el silencio, mejor no romperlo, o eso pensaba la morena. Sin embargo, las dos se morían de ganas por hablar con la otra. ¿De qué se conversaba de madrugada en una cocina? En las películas los protagonistas aprovechaban para bromear mientras comían una tarta de la fiesta de la noche anterior, pero no tenían tarta ni habían festejado nada, así que aquel escenario era tan improbable como ridículo.
—¿Me alcanzas un vaso, por favor? —pidió la pelirroja, optando por la salida fácil para dirigirse a ella.
—Sí, claro.
Luz le tendió el vaso, y al recogerlo sus dedos rozaron sutilmente, haciendo que miles de descargas eléctricas recorrieran sus cuerpos. Quizás fue impresión de la morena, que sentía que el tiempo se congelaba cuando estaba junto a la chica, pero parecía haberse detenido unos segundos antes de coger el vaso, como si estuviera disfrutando de la sensación que el roce de la piel de Luz producía en su cuerpo.
—¿Tú tampoco podías dormir?
Ainhoa negó con la cabeza.
—Es ridículo, pero me siento como una adolescente, y ya estoy más cerca de los cuarenta que de los veinte —respondió. Ambas rieron.
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Déjà Vu
FanfictionLuz Lasierra desapareció en circunstancias extrañas. Fue su mujer, Ainhoa Arminza, quien, sintiéndose tremendamente culpable, denunció su desaparición. Cinco años más tarde, Luz reaparece en el pueblo para solucionar un asunto legal, pero no parece...