Déjà Vu

Capítulo 11. Confesiones

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Luz Lasierra, una mujer de treinta y cinco años que arrastra una amnesia prácticamente permanente, recibe una carta de los Servicios Sociales en la que se le anuncia la retirada de la custodia de sus dos hijos: Óscar y Alicia. Nada más confirmar que, efectivamente, ambos menores son suyos, descubre que está casada con una persona que no conoce de nada: Ainhoa Arminza. Luz se niega, ya que ella está prometida. Decidida a resolver de una vez por todas las preguntas que martillean su mente, marcha a Madrid en busca de su esposa con el apoyo de Natalia, su novia. Una vez allí, Ainhoa queda en shock al verla y se lanza sobre ella para abrazarla. Cuando conoce el estado mental de su mujer, se derrumba, especialmente cuando descubre no sólo que no la recuerda, sino que va a casarse con otra persona. La echa de su casa y Luz, sintiéndose culpable, desliza una nota por debajo de la puerta ofreciéndole ayuda para conservar la custodia, puesto que no quiere que los niños se críen en un orfanato, como le pasó a ella.

Más tarde le llega una citación de la Guardia Civil en el domicilio de Ainhoa. Esto se lo oculta a Natalia, y al día siguiente va a reunirse con el Sargento Miguel, quien resulta ser su mejor amigo, y Ainhoa. Descubre que no hay constancia de su accidente, sino que sencillamente desapareció sin dejar rastro. Después de tensiones, Miguel les propone un trato a ambas: fingir ser una familia a ojos de los Servicios Sociales. Aunque a Ainhoa le cuesta un poco más aceptar, finalmente lo hace, entregando a Luz un diario de cuando la chica tenía 19 años. La idea es que recuerde quién era y la historia de ambas, para así poder actuar bien de cara al resto.

Esa misma tarde, Luz comienza a leer, descubriendo un pasado cuanto menos alocado en el que conoció a Ainhoa. Tras una sesión de terapia con su psicóloga en la que le confiesa haber tenido un flashback, decide contarle la verdad a Natalia, que no se lo toma demasiado bien. Sin embargo, después de 24 horas angustiosas para Luz sin saber de su chica, ésta la llama para pedirle disculpas y avisarla de que está en Madrid. Pasa un fin de semana maravilloso con ella. Así recoge fuerzas para el lunes, cuando tendrá lugar la entrevista con los Servicios Sociales.

El encuentro no fue nada favorable para Luz, que descubrió que tendrá que quedarse con su nueva familia por tiempo indefinido. Sin embargo, para su sorpresa, cuenta con el apoyo absoluto de Natalia. De esta forma surge un nuevo acercamiento entre Luz y Ainhoa, con el que la morena se entera de que la chica ha trabajado como guionista en algunas de las producciones audiovisuales más famosas de los últimos años. Además, la pelirroja le comenta que su chica siempre la apoyaba, algo que remueve por dentro a Luz.

Al día siguiente, la chica tiene la oportunidad de pasar tiempo a solas con sus hijos después de que la noche anterior el pequeño estuviera reacio a cualquier contacto con la morena. Como Ainhoa comienza su sesión de terapia, es ella la que tendrá que recoger a Óscar y a Alicia del colegio. Esto les lleva a un momento incómodo seguido por un juego entrañable, donde el niño deja de lado su hermetismo para abrazar con cariño a su madre, lo cual deja a ambos en shock.

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Al llegar la tarde, mientras Ainhoa ayudaba a los niños a ducharse, Luz aprovechó para comprobar su teléfono. Tenía varias notificaciones nuevas, pero dos de ellas destacaban: su conversación con Natalia y un correo nuevo de su jefe. La respuesta de Julián era positiva, sin ningún tipo de corrección y dándole la total y absoluta libertad de publicar el artículo tal cual estaba. Era una de las cosas que más le gustaba a la morena de su trabajo: la rapidez de las revisiones. Eso le ahorraba días de ansiedad sin saber con certeza si podía continuar escribiendo sus otras piezas.

Después se dirigió a la app de mensajería. Hacía un día que no hablaba con su chica y, aunque era verdad que era inevitable echarla de menos, el día se había pasado volando. Era justo en esos momentos de calma donde la echaba en falta. A fin de cuentas, habían sido años de convivencia día tras día, meses en los que se había acostumbrado a compartir prácticamente todo con ella. Que de un día para otro tuviera que acostumbrarse durante un tiempo indefinido a no estar a su lado era raro y duro. Esa misma mañana le había faltado su beso de buenos días, ese gesto que hasta hacía unos días había disfrutado en un hotel de Madrid pero que ahora se le antojaba lejano.