Casi sin darse cuenta, el lunes había llegado. Cuando sonó la alarma, Luz despertó desorientada. Por un momento creyó que estaba en su cama, en Valencia, hasta que abrió los ojos y observó la habitación del hotel a su alrededor. Alargó la mano para hacer callar a su móvil y seguidamente sintió a Natalia abrazándola. La morena sonrió y, besando su cabeza, la rodeó con un brazo. Aquel fin de semana se había centrado en desconectar, pero también en reconectar con ella, con su chica, y recordar el motivo por el que estaba ahí. Cerró los ojos de nuevo, dejándose llevar por las sensaciones. Por un momento era como si esas cuatro paredes fueran un mundo alternativo, como si dentro de aquella habitación el tiempo se hubiera detenido. No había custodias que conservar ni una mujer de la que divorciarse. Solo estaban Luz y Natalia, como siempre.
Al menos como había sido aquellos últimos años.
Acarició la espalda de la chica con cariño, a lo que ella le respondió con un beso en el cuello.
—No me quiero ir —musitó Luz.
La rubia levantó la cabeza para observarla. La otra le devolvió la mirada.
—Se me ha hecho corto este fin de semana —añadió.
—Bueno, ha sido corto. Pero cuando menos lo esperes estaremos juntas de nuevo —replicó Natalia, con dulzura, acariciando su rostro.
La morena resopló, desviando la vista.
—Ni siquiera sé cuánto tiempo va a ser.
—En unas horas saldrás de dudas. Y, cariño —Luz la miró de nuevo—, estoy aquí siempre, ¿vale? Aunque no sea físicamente. Hablaremos todos los días. No notarás ni siquiera la distancia.
La chica trató de esbozar una sonrisa. Para Natalia aquella situación era todavía más compleja, y lo sabía, pero aun así, a pesar de haberse equivocado, estaba ahí, tratando de enmendar su error, de demostrarle que la entendía y la apoyaba, que la quería y que siempre iba a estar a su lado. Y eso para Luz era el amor, que a pesar de las discusiones, muchas de ellas por minucias, de los malos entendidos y de las tonterías al final siempre volvían la una a la otra, y luchaban para que aquello saliera adelante. Después de esos años de relación, todavía sentía su corazón latiendo con rapidez cuando la veía sonreír. Sus piernas aún temblaban de los nervios cuando tenían una cita o cuando Natalia le preparaba una sorpresa. La amaba, y quería pasar el resto de su vida con ella.
Así, con todo eso en la cabeza, se colocó encima de su prometida y la besó con pasión. La otra chica, que no esperaba aquel gesto repentino, gimió y sonrió bajo sus labios. Todavía tenían tiempo para enredarse entre las sábanas, para hacer el amor una última vez antes de despedirse. La morena no sabía cuánto tiempo tendría que esperar para despertar de esa forma con su chica de nuevo, y, aun sin haberse dicho adiós, entre besos y jadeos ya se echaban de menos.
***
Después de desayunar juntas en la cafetería del hotel, Luz dejó a Natalia en la estación de tren, donde partiría hacia Valencia de vuelta. Como todavía tenía tiempo antes de dirigirse al domicilio de Ainhoa, decidió acercarse a una de las pocas zonas verdes que quedaban en Madrid. Necesitaba un poco de paz antes de hacer frente a los Servicios Sociales por primera vez después de tanto tiempo. No solo tenía que enfrentarse a ellos, sino que encima tendría que ocultar la verdad para ayudar a que dos niños no perdieran a su madre, y si algo alteraba a Luz era mentir.
Había vivido durante muchos años en una mentira. No sabía ni cuántas versiones había escuchado a lo largo de su crecimiento justificando la ausencia de sus padres: "no sabemos nada de ellos", "no podían hacerse cargo de ti", "eran muy jovencitos y estaban asustados"... excusas, mentiras y más mentiras que no hicieron más que incrementar el odio y el enfado de una niña que solo estaba llena de dudas y soledad.
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Déjà Vu
FanfictionLuz Lasierra desapareció en circunstancias extrañas. Fue su mujer, Ainhoa Arminza, quien, sintiéndose tremendamente culpable, denunció su desaparición. Cinco años más tarde, Luz reaparece en el pueblo para solucionar un asunto legal, pero no parece...