7 de junio de 2020
Mierda, me gusta Nhoa… pero la he cagado para siempre. ¿CÓMO PUEDES SER TAN GILIPOLLAS, LUZ?
Que llevo meses estando rarísima con ella no es secreto de Estado. Antes nos veíamos casi todos los días, y cada vez que podíamos salíamos a tomar algo (todo intercalado con unos cuantos polvos que me enganchaban más a ella). Y yo fui una imbécil por negar lo que me pasaba… Como amiga tenía que haber sido sincera, pero es obvio que ella no siente lo mismo por mí. Confesarle mis sentimientos habría hecho que me llevara una hostia tremenda, y para los meses que le quedaban en el piso no era cuestión de echarlo todo a perder. La convivencia habría sido incomodísima. Pero todo se echó a perder desde el momento en el que Miguel nos invitó a su fiesta de cumpleaños, desde que Nhoa le preguntó si podía ir su perfectísimo nuevo novio, Aitor. Iugh. No lo soporto, lo juro. Es tan puto perfecto, con esa cara que parece sacada de una portada de la Vogue, un cuerpazo al que se nota a leguas que le dedica mínimo diez horas semanales de gimnasio y lo atiborra de batidos de proteínas y calorías medidas al milímetro, con esos ojazos azules que parecían seducirte solo con mirarte, con esa preocupación por ella, siempre asegurándose de que está bien, de que no lo echa de menos aunque hayan pasado un microsegundo sin besarse… Los miro y no puedo controlar lo que siento por dentro. Me quema. Cada roce de sus dedos son como alfileres dando punzadas en mi corazón, y cada beso es como si mis labios ardieran por el deseo de ser él, porque yo sé cómo saben esos labios, y me jode mucho decirlo, pero los echo de menos.
No sé ni siquiera por qué estoy llorando mientras escribo esto. Quizás porque anoche ni siquiera durmió aquí y no ha vuelto, y le ha dejado un mensaje a Sara diciéndole que se pasaría mañana a recoger sus cosas para irse a casa de Aitor. Sara lo ha comentado como si nada en el desayuno, sin saber el dolor que me ha supuesto ser consciente de lo que he roto. Si anoche no hubiera bebido esa birra de más, si no me hubiera llevado al baño a hablar, si no la hubiera increpado, quizás no se habría marchado tan abruptamente, quizás habríamos organizado una fiesta de despedida para ella. Sin embargo, ha preferido marcharse sin decir nada, por la puerta de atrás, sabiendo que cuando venga yo no estaré aquí, y que a mi vuelta su habitación estará como cuando llegó: vacía.
—¿Fiesta de disfraces? —preguntó José Antonio esta mañana, leyendo el mensaje que había mandado Miguel por el grupo.
—A mí me parece una idea cojonuda —opinó Sara—. Tengo ganas de estrenar mi conjunto de policía sexy.
—¿No eras tú de las que ponen “ACAB” en todos lados? —la picó el chico.
—Eso con los de verdad. En la fiesta habrá mucho descontrol. Tiene que haber una figura de autoridad.
—Tú lo que quieres es cachear al personal.
—A Ismael, en concreto.
El chico bufó.
—De verdad, no entiendo qué le ves a ese tío.
—Jose, vas a tener que volver al oculista, porque esas gafas no están funcionando como deberían. Está buenísimo —hizo especial énfasis en la última palabra.
—Yo creo que es gay, Sara.
—Oye —le hablé a Nhoa, que parecía entretenida con el debate que se había formado entre mis dos compañeros de piso—. ¿Por qué no vamos tú y yo disfrazadas juntas?
—Voy con Aitor —me dijo, con esa sonrisa de gilipollas que ponía cada vez que mencionaba ese nombre—. ¿Tú no traes a Cloe?
Si era una fiesta que permitía parejas por supuesto que iba a llevar a Cloe, pero joder, no se me pasó ni por un segundo que estuvieran invitados. Por un segundo, mi mente dio por hecho que aquella sería una oportunidad para estrechar lazos de nuevo, para fortalecer un vínculo que yo no quería perder. Ni quiero, aunque ahora ya sea tarde. Sin embargo, sienta lo que sienta por Nhoa, yo ahora estoy con Cloe, y llevo más meses de los que mi amiga y Aitor puedan contar. Tengo que pasar página. Ella es una chica maravillosa que se merece una novia que no la compare siempre con su mejor amiga. Besa de puta madre, pero yo no puedo dejar de pensar en la sutileza de los besos de Nhoa cada vez que acabábamos de follar, como si lo hubiera sentido todo, pero en realidad no había sentido nada. Cada vez que pasa beso a Cloe con más fiereza, como si fuera su culpa que yo no dejara de recordar el tacto de la pelirroja, aunque en realidad lo hago para borrar su rastro, por mi bien.
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Déjà Vu
FanfictionLuz Lasierra desapareció en circunstancias extrañas. Fue su mujer, Ainhoa Arminza, quien, sintiéndose tremendamente culpable, denunció su desaparición. Cinco años más tarde, Luz reaparece en el pueblo para solucionar un asunto legal, pero no parece...