Capítulo 1

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30 de octubre, casi media noche...

Era una de esas noches en las que Clarke odiaba conducir, en medio de una tormenta con truenos y relámpagos. Los torrentes de agua caían sobre el pavimento frente a su automóvil, como si fuesen baldes volcados del cielo iluminado y ruidoso.

Por desgracia, no tenía otra forma de llegar a su destino, el pequeño pueblo de Polis, en el área cercana al parque nacional Voyageours, en el Estado de Minnesota

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Por desgracia, no tenía otra forma de llegar a su destino, el pequeño pueblo de Polis, en el área cercana al parque nacional Voyageours, en el Estado de Minnesota. Allí había sido destinada por su jefe, el inspector Marcus Kane, para investigar el aparente nuevo asesino serial que estaba atacando en el área, desde hacía unos meses.

Las siete víctimas halladas hasta el momento presentaban las mismas marcas en los cuerpos, y el extraño detalle de que hubiesen sido drenadas de sangre. Lo que llevó a la sheriff Reyes a asumir de que estaban lidiando con un asesino serial. Era el primero y único en la historia de la zona, y debido a la poca experiencia, y del poco avance en la investigación, decidió contactar al departamento especializado en asesinos en serie y fenómenos paranormales del FBI. Tras enviar todo el informe realizado del caso, el Buró Federal de Investigaciones envió a una de sus mejores agentes, la detective Clarke Griffin, quien acababa de retomar sus labores tras unas breves vacaciones.

Tras un gran caso en el que había estado sumergida por casi dos años, y en el que por fin logró apresar a un asesino en serie, que se había cobrado la vida de numerosas mujeres, en el Estado de Massachusetts, Clarke fue obligada a tomarse un tiempo de descanso, muy a pesar de su protesta. Sus últimas vacaciones habían sido unos tres o cuatro años atrás, cuando había realizado un viaje con su expareja al vecino país de México, por unas dos semanas. Y aunque Clarke le insistió al inspector Kane que a ella le alcanzaba con algún que otro fin de semana, de vez en cuando, para descansar, su argumento no fue suficiente, y no tuvo más remedio que aceptar las tres semanas pagas.

Fueron veinte días en los que casi muere de aburrimiento, a pesar de haber ido de viaje a Hawaii convencida por su buena amiga, la agente Luna Rivers, por una semana, en la que se desconectó del universo, pero en el que se sintió algo extraña. El resto de los quince días se la pasó ordenando y limpiando su nuevo departamento, y lidiando con su expareja, que trataba de reparar lo irreparable, en la relación que ya no existía para ella. El cretino insistía en que se arrepentía de haberle sido infiel, y en que jamás lo volvería a hacer. Clarke no solo no escuchó su nueva mentira, la pésima actuación de arrepentimiento, y el fingido dolor por no tenerla a su lado, sino que lo bloqueó por completo de su vida, después de un buen tiempo, demasiado, en su opinión.

Habiendo estado casi siempre en la cacería de algún asesino serial, no supo darse cuenta de lo que otros le habían tratado de advertir acerca del agente Collins, de que era un mujeriego empedernido que nunca cambiaría. Pero, por desgracia, debido a su poco tiempo libre para analizar las actitudes de Finn, ella se encontró demasiada influenciada por su carisma y charlatanería, restándole credibilidad a las advertencias. Eso fue hasta que, una noche en la que llegó temprano al departamento que compartían, por segunda vez, lo encontró al desgraciado follando con otra mujer en la cama de ambos. Fue el momento en que Clarke supo aceptar la realidad de que había perdido su tiempo, energía y corazón en un miserable narcisista que no la merecía, y sin miramientos ni más oportunidades, terminó la tóxica relación, a pesar de dolerle hasta las entrañas, porque en verdad lo quería.

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