Capítulo 9

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Clarke abrió sus ojos, sintiendo la lluvia golpear la ventana y el techo de la casa. Tras una mirada rápida notó que estaba en la habitación que ocupaba en la casa de Raven. La cabeza le dolía un poco y se sentía muy somnolienta, como si no hubiese dormido lo suficiente. Miró en dirección de la ventana y enseguida extrañó el sol y el cielo azul. En su lugar, las nubes grises, casi negras lo cubrían, junto a la lluvia bastante fuerte, y el viento que agitaba los árboles.

La verdad era que estaba ideal para quedarse en la cama y seguir durmiendo, pero ella no estaba en ese lugar de vacaciones, se recordó, y enseguida miró la hora en su reloj pulsera

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La verdad era que estaba ideal para quedarse en la cama y seguir durmiendo, pero ella no estaba en ese lugar de vacaciones, se recordó, y enseguida miró la hora en su reloj pulsera. Le llamó la atención encontrarlo en su muñeca, y no en la mesa junto a la cama, como ella suele hacerlo cuando se acuesta. Eran pasadas las nueve y treinta de la mañana y se maldijo. Se sentó y se frotó el rostro sintiéndose cansada, intentando ponerse en movimiento.

Prestó atención y se dio cuenta del silencio que reinaba en la casa, imaginando que la sheriff ya estaría en la estación de policía. Se preguntó por qué cuernos no la despertó al ver que no bajaba para el desayuno, pero también se recordó que no tenía la obligación de hacerlo, ni tampoco habían acordado nada la noche anterior. Y en cuanto lo pensó abrió sus ojos enormes, mientras una loca película de recuerdos comenzaba a proyectarse en su mente, con todos los eventos de la extraña noche anterior.

Todo lo que ocurrió en el club Trikru, con la pelirroja barman, Jessica. Anya Woodson intentando seducirla desde que se presentó ante ella, la pequeña charla que mantuvieron en una mesa privada y su invitación a bailar, a la que, por alguna inexplicable razón, Clarke no pudo rehusarse. Luego el sentir que estaba bajo los efectos de algún estupefaciente, que, de seguro se lo deben haber puesto en la bebida, porque se sintió demasiado suelta, excitada y hasta feliz moviéndose en los brazos de la dueña del club, y deseando hacer algo más que bailar de una manera sensual y provocativa. El que, de repente, todo se detuviera, la música cambiara e hiciera su entrada la reina, Alexandra Woodson, vestida de cueros negros desde el cuello hasta los pies. Con una chaqueta larga que flameaba junto a sus largos cabellos castaños, por efectos de una brisa que no tenía idea de dónde provenía. Clarke se quedó hipnotizada con la imagen de su elegante y majestuoso andar, casi en cámara lenta, ante la vista llena de admiración y respeto de los presentes que hasta hicieron un camino para ella.

Clarke se vio cautivada por esa entrada majestuosa, no iba a negarlo, la mujer era bellísima y poseía una presencia única, además del poder de seducción y hasta de autoridad absoluta. La agente detuvo sus movimientos y se quedó ahí parada, casi sin respirar, hasta que Alexandra llegó a ella, y tras tomar sus manos comenzó a moverse junto a su cuerpo, al ritmo de esa nueva canción tan sugestiva de la joven cantante, Dove Cameron. Y si Anya Woodson había logrado seducirla con su baile casi erótico, Alexandra se llevó la coronación completa, porque Clarke sintió que, con solo sentir su cuerpo pegado a su espalda, y su sensual voz hablándole en el oído hizo que se olvidara hasta de que era una agente federal investigando un caso de homicidio múltiple. En otras palabras, logró excitarla hasta el grado en que, cuando Alexandra le preguntó qué deseaba, Clarke le respondió directo y sin vueltas, mentalmente, que solo quería follar con ella hasta que no pudiese caminar.

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