Capítulo 11✨❤️✨

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Mansión Monticello, Charlottesville, Estado de Virginia, miércoles 1 de diciembre de 1819.

Tras unos minutos el beso llegó a su fin y antes de que Alexandra pudiese decir algo, Anastasia, sonriente, y con las mejillas coloradas, la tomó de la mano y tiró de ella para que caminaran hacia la mansión, sin decir palabra.

Al llegar a la puerta, antes de entrar, Anastasia se acercó a su oído.

—Me ha encantado besarte, y lo haría el resto de la noche. Nos vemos más tarde, hermosa roba besos. —le susurró Anastasia, haciendo que los bellos de sus brazos se erizaran y cerrara sus ojos.

La rubia mujer sonrió enternecida ante su reacción llena de timidez, le depositó un beso en la mejilla y se retiró hacia el interior de la mansión dejándola en medio de sus sensaciones.

Alexandra sintió como si fuese a desvanecerse en cualquier instante, mientras la miraba marcharse sin dejar de sonreír como una idiota, hasta que Anya se paró a su lado y le puso una mano en la cintura para que reaccionara del tonto hechizo.

—Cierra la boca o vas a comer nieve, Lexa... Vamos, regresa a tierra y entremos. Ya hablaremos más tarde.

Alexandra apenas asintió con la cabeza sin dejar de mirar a su bella rubia desaparecer en el salón principal. Anya tuvo que empujarla un poco para que moviera sus pies.

Durante la cena, para suerte de Alexandra en una de las largas mesas, fue ubicada frente a Anastasia. Las sonrisas iluminadas, junto a miradas cómplices y discretas no faltaron durante todo el banquete. Anya sentada a su lado, notando lo hechizada que había quedado su hermana y el hecho de que no le quitaba la mirada de la rubia sentada a ella, necesitó darle unos puntapiés por debajo de la mesa para que no fuese tan obvia y directa. En especial, porque Titus, aunque estaba sentado algo lejos de ellas, había notado la tonta distracción de su hija con esa joven frente a ella y había hecho gestos de no estar muy feliz con ello.

Por su parte, Beatrix, la madre de Anastasia, que se hallaba sentada a su lado, también notó las miradas cómplices entre las jóvenes y sonrió de lado con malicia. Su hija al parecer había cumplido muy bien con su parte y estaba orgullosa de ella. Su marido también iba a recompensar el buen trabajo que su hija había hecho acercándose a la abominable joven Woodson. No podía aguardar a que la celebración llegara a su fin, para poder finalmente cumplir su cometido, eliminar de la faz de la tierra a ese miserable y demoníaco líder vampiro de Titus Woodson, y a todo su maldito clan, que se habían escapado a América hacía varios años atrás.

La única parte con la que Beatrix no había estado de acuerdo en el trato que su marido había hecho con los licántropos, a cambio de la importantísima información de la localización del Heda de los vampiros, era el que su hija mayor, Anastasia, se convirtiera en la esposa del Alfa de los licántropos en el norte de los Estados Unidos, Roan Azgeda. Asimismo, supo entender y aceptar que era un sacrificio que los Van Helsing sentían valía la pena, cuando podían destruir para siempre a una parte muy importante del clan vampiro Woodson. La otra parte radicada en la capital del Reino Unido, de la que pensaban encargarse con unos aliados con los que contaban en las islas británicas, en cuanto regresaran a Europa.

Beatrix también temía muchísimo por la reacción que Anastasia iba a tender cuando se enterarse del trato que había hecho su padre, en el cual ella era la recompensa para los licántropos. Sabía que iba a ser algo muy impactante para su hija, y que probable se negaría a aceptar su destino. Debido a ello, con su marido, Gerard, decidieron no decirle nada hasta que llevaran a cabo su importantísima misión. Por otra parte, si ellos no cumplían con la parte del trato, los hombres lobos los aniquilarían a todos en esa fiesta, incluyéndolos.

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