Había pasado la noche completa en vela, desviando su mirada de vez en vez al umbral, esperando observar por fin la silueta del líder de su clan. Había estado sentado alrededor de la fogata, conversando con los diestros guerreros que acampaban en derredor, en espera, al igual que él.
Pensaba en Valanta, ese muchacho orgulloso y de semblante despreocupado. Sabía que ya había partido de vuelta, no podría haberle esperado, su presencia no era bien recibida en territorio sagrado, ni en ningún otro lugar de reunión de líderes, era un paria para su gente, un forastero en sus propias tierras, solo soportado por ser hermano del líder del clan, y su gran habilidad con el arco, el lanzamiento del hacha y el Kut (sable de hoja larga, escabrosa, brillante y muy filosa). Lanzó una plegaria al aire por la seguridad del guerrero, sabiendo que su dios escucharía, el muchacho lo merecía.
Una quinteta de jinetes desmontaron justo al lado de esa hoguera temblorosa. Sus figuras, alumbradas por las llamas danzantes, revelaban la ferocidad de guerreros curtidos en mil batallas, cada mirada una advertencia de peligro inminente. Eran hombres de una calidad única, con expresiones llenas de brutalidad pero también de un profundo conocimiento del camino de la guerra. Sus cuerpos, más que simples vehículos de vida, eran obras de arte esculpidas por la danza mortal del combate. Cicatrices y marcas, testigos mudos de un pasado plagado de violencia, adornaban sus pálidas pieles. Cada uno de ellos portaba, como un emblema de honor, un objeto que parecía ser una prolongación de sí mismos. Y es que en esos objetos, a primera vista insignificantes pero llenos de historia, se encontraban talladas un mínimo de cincuenta muescas, cada una ganada en el furor de la batalla.
—Son hombres del clan Buga —dijo el guerrero al lado del anciano, al verle interés en su mirada.
El Delios asintió con parsimonia, los había reconocido tan pronto como les miró. No podía ser de otra manera, al fin y al cabo, aquellas figuras oscuras que se dibujaban en medio de la penumbra le resultaban tan familiares como temibles. No había individuos capaces de asemejarse tanto a las bestias como aquellos integrantes del clan Buga, y los recién llegados, sin duda, pertenecían a la élite de la élite de dicha estirpe. Todo aquello explicaba el misterioso silencio que se había apoderado del lugar desde su arribo. Sí, los hombres les profesaban respeto, pero era el miedo lo que resonaba en sus corazones.
El silencio se extendió como una sombra pesada sobre el ambiente, mientras el Delios, con mirada penetrante y detallista, escudriñaba cada uno de los pasos de los recién llegados. Parecían fieras acechando, listas para desatar toda su furia en cualquier instante. En sus ojos se podía apreciar el espíritu salvaje que latía en lo más profundo de su ser, una misteriosa mezcla de valentía indómita y ferocidad desbordante que les convertía en auténticos depredadores.
—¿Un Delios? —preguntó curioso el que parecía ser el líder del grupo—. ¿Se unirá a la batalla, Enigmático?
El anciano se giró por completo, su cuerpo protegido por la energía del velo apenas fue afectado por el aura de destrucción y muerte del individuo.
—Tu nombre, muchacho.
—Arzabal CabelloNegro, Delios.
Los presentes se volvieron todavía más silenciosos, conocían el nombre del aquel guerrero, todos lo habían escuchado en batalla, era una leyenda viva, y ahora entendían el porque de tan exagerados rumores, Arzabal era un monstruo en piel humana.
—Conozco tu nombre, muchacho. Eres un hábil y cruel guerrero.
—Me honra...
—No fue un cumplido —repuso, con la solemnidad todavía presente—. Tu forma de asesinar difiere con los rituales sagrados.
![](https://img.wattpad.com/cover/343482486-288-k981460.jpg)
ESTÁS LEYENDO
El diario de un tirano Vol. III
FantasiaEl sol nuevamente se refleja en las frías tierras de Tanyer, pero la oscuridad que habita en cada sendero desolado, rincón apartado, cueva solitaria, no dejará que su dominio se vea agredido por las avariciosas manos del hombre. Orion se ha converti...