42. ¿ESTOY MUERTO?

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ALAN

—¿Mi niño? Despierta que necesito jalarte las orejas y no tengo mucho tiempo —escucho la voz de una señora mayor y me parece muy familiar. Abrí mis ojos y lo único que miré fue el cielo azul y una tela blanca moverse producto del aire fresco. Me senté de golpe y miré a mi bisabuela Sofia. Miré a mi alrededor asustado y si la veo a ella es porque ¿Estoy muerto? Me paré para quedar frente a ella.

—Abuelita, ¿Que hago aquí? ¿Ya estoy muerto? —pregunté con temor agarrando sus manos. Ella niega y suelta una de sus manos de mi agarre y acaricia mi mejilla.

—No estas muerto cariño, en este momento los doctores están luchando por tenerte con vida. Solo puedes estar aquí un rato más. Tengo muchas cosas que decir, pero primero haré —me dice y lo primero que siento es un pellizco en la oreja como los que me daba de niño.

—Ay, Alan. Si que has actuado con tanta impulsividad en todos estos años. Se que no la has tenido muy fácil, solo quiero decirte que esta es la última prueba. Esta prueba que vivirás cuando despiertes será la que sacará lo mejor de ti. Lo mejor de tu familia, especialmente de tu madre. Ayúdala a entender que ustedes son los que deben tomar sus propias decisiones y cometer sus propias equivocaciones. Ama a tu familia como nunca, mi niño. Si alguna vez quisiste saber cómo se sintió Susy en su momento, lo vivirás y entenderás. Se paciente, se bueno, especialmente se tú mismo. Que no te importe el qué dirán, lo que piensen y lo que opinen. Lo mismo transmíteles a tus hermanos únanse y quiéranse mucho, todos ustedes necesitan de estas palabras. Cuídate, cariño, nos veremos cuando sea tu tiempo de quedarte para siempre. Siempre todos cuidaremos de ustedes desde donde estemos —me dice y puedo ver que poco a poco se va desapareciendo. Él escenario donde estaba se convierte en oscuridad.

—Vamos mi amor despierta, ya tengo mucho tiempo de no verte tus ojitos. Necesito que me perdones por las horribles palabras que te dije. Por favor príncipe, despierta —escucho la inconfundible voz de mi muñequita de porcelana. Sentí el calor de su mano y la apreté levemente.

—¿Me escuchas? Vamos, cariño despierta ya llevas bastante tiempo dormido y eso que no te golpeaste fuerte la cabeza —me dice y no puedo evitar reírme.

—Ya estoy aquí —respondí casi imposibilitado de mis mejillas.

—¿Qué es? —logré preguntar, intenté mover mis manos y el dolor en una de ellas fue insoportable, tanto que grité.

—Cálmate, príncipe —pide ella queriendo calmarme. Ella va hasta la puerta y sale de la habitación. A los segundos entra un doctor acompañado de dos enfermeras.

—Señor Galeano, soy el doctor Muñoz. ¿Cómo se siente? — me dice acercándose a revisar mis ojos.

—Me duele mucho mi mano, me arde mucho este brazo. Siento un dolor punzante en mi abdomen, mis piernas. ¿Qué es lo que tengo en el rostro? —comencé a decir todas las áreas a donde sentía dolor.

—Lo siento señor es que ya han sido 3 semanas que ha estado inconsciente necesitábamos motivarlo a despertar. Ahorita mismo le colocan medicamento para el dolor. Tiene un vendaje en el rostro debido a las quemaduras que recibió, están sanando muy bien. De hecho, revisaremos eso en un momento para saber si ya no necesita la protección del vendaje. Señorita podría salir un momento, al menos que él quiera que se quede con él —miro a Susy que está viéndome suplicante y luego me pongo a pensar en si las quemaduras dejarán cicatrices y que si se asustará al verme como un monstruo. Quiero verme yo primero, no deseo que ella me vea así.

—Espera afuera, Susy —dije y ella me miró sorprendida. Asiente levemente y sus ojitos decepcionados me miran antes de cerrar la puerta.

—¿Cuál es mi verdadera situación doctor? —le pregunté y el comenzó a narrarme todos los daños que había recibido mi cuerpo tras el accidente. Estaba sorprendido que a pesar de todo seguía aquí.

Jugaste y sufríDonde viven las historias. Descúbrelo ahora