4. TE ENAMORASTE DE LA SIRVIENTA

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NARRA ALAN

—¿No te hizo sentir bien eso que acabamos de hacer? —me pregunta mi padre y la verdad es que sí. Me hizo sentir bien ayudar a esa familia, no conozco muy bien su historia, pero bastaba ver los morados en la cara de la madre de Susy para saberlo. Inevitablemente suspiré al pensar en ella nuevamente. Siempre he sido un hombre con estándares muy altos en las mujeres en especial que sean altas, con bastantes atributos, rubias, ojos de color verde o azules. Susy es todo lo contrario a eso. No me llega ni al hombro, tiene un bonito trasero y muy buenos atributos añadidos a su pecho. Su cabello es castaño oscuro, sus ojos son color miel, sin mencionar que tiene rasgos asiáticos y eso a cierto punto me gusta demasiado. Ella parece una muñeca de porcelana, una bella extraña y hasta cierto punto excitante para mí.

—Si, se sintió bien —respondí saliendo de mis pensamientos.

—Me alegra, porque a partir de ahora me ayudarás en la fundación. Yo no podré venir tan seguido, quiero estar pendiente de tu hermano Ángel desde que se fue Clara anda que no lo calienta ni el sol —rodé mis ojos viendo por la ventana. Siempre Ángel se llevaba la atención de mis padres. No haría escándalo, lo único que deseo y quiero es tener la excusa perfecta de verla nuevamente y a cada momento que venga a colaborar.

—Si, está bien solo me dices en qué y lo hago. ¿Cómo te sientes tú que de todos tus hijos el único interesado en ayudarte con esto soy yo? —cuestiono con algo de altanería.

—Podrás decir que no los conozco, pero sé muy bien quienes son ustedes y tú no eres más que un gallo con largas espuelas listo para atacar, pero siempre al final con corazón de pollo. Ojalá te encuentres una novia pronto porque últimamente andas de un humorcito qué... vuelves loco a cualquiera —comenta y ambos reímos hasta llegar a la casa.

Los días fueron pasando y cada vez que iba al edificio a ayudar me encontraba con ella siempre en la cocina o sirviendo la comida con una sonrisa inocente en su rostro. Recuerdo muy bien cuando sin pelos en la lengua me dijo que yo era como había imaginado a su príncipe. Su inocencia me volvía loco y siempre más de alguno de los que llegaban a la hora del almuerzo le decían piropos o la invitaban a salir cosa que me ardía en la punta del estómago sin que pudiera controlarlo. La saludaba y hablábamos de lo bien que se siente ayudar al prójimo. Se me olvidaba un enorme detalle, aquí ella tenía muchos buitres encima. Necesitaba sacarla de aquí o podía perderla antes de siquiera entender porque me estaba provocando todas estas desconocidas sensaciones.

—Gracias por ayudarme hoy, hijo —agradeció mi padre cuando llegue a casa. Se me había olvidado comer, moría de hambre y fue ahí donde se me encendió el foco.

—Papá la joven que ayudamos el otro día, es buena para la cocina, no estaría mal que nos ayude aquí como un trabajo. Muero de hambre y siento que me van a salir plumas de tanto pollo asado que compran —me quejó. Él alza la ceja pensando en lo que le estoy diciendo, encoge los hombros.

—Se lo comentaré a tu madre, creo que aparte que necesitamos la ayuda. Se haría algo bueno al ofrecerle un trabajo estable a la muchacha —Replica.

Yo me dediqué a asentir desinteresadamente más en mi espalda tenía los dedos cruzados deseando que sea un sí de parte de mi madre. Para mi suerte así fue esa misma noche mi mamá al ver que no había nada de comida en la nevera, se frustró al ver que necesitaba ayuda, mi padre le comentó sobre mi propuesta y ella dijo que estaba bien. Quería conocerla y hacerle un par de preguntas.

Al día siguiente Susy llegó a la casa y la primera en recibirla efusivamente fue mi pequeña y odiosa hermana Alana.

—¡Oh, por Dios! ¡Eres muy bonita! —gritó al verla. No pude evitar sentirme un poco orgulloso ante ese comentario significaba que Susy no solo ante mis ojos era hermosa, si no que mi hermana también lo notaba. Mi madre la llamó al despacho y se quedaron ahí por unos minutos luego salieron. Mi madre se despidió de todos pues se le hacía tarde para su primer paciente.

—Puedo comenzar a preparar el desayuno si gusta, señor Iván —dice parándose casi frente a nosotros, Aitor me la señalaba con los ojos y se mordía los labios. Le di una patada en la pierna.

—Eso estaría muy bien Susy, muchas gracias —le responde mi padre y ella asiente, hace como una reverencia frente a mi padre y caminó hasta la cocina. Aitor va hasta la cocina y antes que siquiera le hablara lo tomé del cuello y lo hago caminar de regreso a la sala para alejarlo de ella.

—Recuerda que tenemos estándares, ella es una sirvienta. Ni lo pienses o dejaras de ser mi hermano y hablo muy enserio —le dije antes de soltarlo.

—Uy, los lobos están de cacería y encontraron un lindo corderito. Por favor, díganme que ustedes no son como mis primos diabólicos —dice Alana viéndonos desde la entrada que va a la cocina.

—Ten cuidado Susy, te están observando —le comenta haciendo que vea en nuestra dirección.

El aroma al delicioso desayuno que estaba preparando mi muñequita comenzaba a inundar toda la casa. Se escucha ruido en las escaleras y es el tonto de mi hermano Ángel. Se encerró en su habitación después de que su amiga Clara se fuera. Él estaba enamorado de Clara y creo que ella no había olvidado a su ex Liam. Porque se fue sin despedirse de él y es por eso por lo que vive deprimido desde entonces. Hoy que llega Susy se le ocurre bajar a mi trillizo.

—Bueno, mira salió la momia de su Ka. Susy, este es mi hermano Ángel. Ángel ella es Susy, nos ayudará aquí en la casa especialmente en el departamento de alimentos, pues ya sabes aquí si no está mamá todos nos escapamos de quemar la casa —los presenta Alana. Apreté mi puño al ver como Susy le sonrío y este extiende su mano hacia ella. ¿Cómo se atreve a siquiera tocarla? Interactúan más y aunque quise disimular mi molestia miraba a Ángel con ojos de quererlo asesinar. Alana y su creatividad comienzan a hablar sobre que nuestra casa es como un tipo de fábula de cuento.

—Si mira, mis hermanos siempre andan de cacería como dicen ellos, nuestras hermanas sumergidas en su mundo literario de fantasía, David es el príncipe azul, nuestros padres los reyes de la villa, yo soy una hermosa y pequeña duende y tú el loco inventor de la villa. Susy con todo respeto, se une a la familia como cenicienta. O no, no, ya sé tal vez como caperucita roja. Porque un lobo desde que bajó no la ha dejado de ver —menciona ella mirando hasta la sala en mi dirección. Disimulo de inmediato tomando mi teléfono en mi mano y haciendo la mímica de estarlo utilizando.

—No le hagas caso a mi hermana Susy, los lobos sólo aúllan, pero no hacen nada. Tu tranquila que tienen cerebros pequeños y posiblemente también otras cosas —dice el muy desgraciado y mi miraba hasta ellos de nuevo y veo que el muy idiota está poniendo su mano en el hombro de Susy. Estaba que me salía humo de la nariz y los oídos. Aitor pareció notarlo y me ayudó contra atacando a Ángel. Tienen un ligero intercambio de palabras y no fue hasta que mi padre llegó que se calmaron las cosas.

—Todo huele delicioso Susy, muchas gracias por aceptar ayudarnos. Como te habrás dado cuenta todos mis hijos son un tanto peculiares. Si te molestan no dudes en decírmelo —menciona mi padre acercándose a los sartenes. Alana ayuda a Susy a servir la comida. La comida terminó y me fui hasta mi habitación.

—¿Qué fue esa mierda allá abajo? ¿Por qué me agarraste así? ¿Te gusta esa chica, pero como es la sirvienta no te quieres involucrar con ella verdad? —entra Aitor casi gritando.

—¿Cómo lo puedes pensar siquiera? Te lo dije para que después tus amistades no te quieran dejar de hablar. ¿Te imaginas el encabezado que saldría? "Heredero Galeano, se enreda con la sirvienta" —le digo y él me mira con burla.

—Pues una cogida y ya eso no te hace ni menos ni más. Esta muy bonita y tiene unos pechos que... —con sus manos hace la mímica de grandes senos, pero antes que terminara lo volví a tomar del cuello.

—No vuelvas a hablar así de ella en mi presencia —dije ganándome una carcajada de su parte.

—Por favor, no me digas que te enamoraste de la sirvienta —me pregunta y suspiro.

—La conocí hace unos días con mi padre, ella, su madre y sus hermanos. Estaban sufriendo de violencia doméstica y los trajimos a la fundación. La veo todos los días desde entonces. Siento cosas que ni yo sé explicar —dije inconscientemente, pero arreglé rápido mis comentarios—. Pero será como tú dices, una cogida y ya.

Jugaste y sufríDonde viven las historias. Descúbrelo ahora