33. YA NO SOLO ESTARAS CON TUS FUERZAS

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SUSY

—Estoy segura de que todo saldrá bien, señor Iván —menciono para darle un poco de actitud positiva. Al mismo tiempo me la decía para mí misma.

—Haré todo lo que esté a mi alcance con tal de regresar a mi nieto a casa contigo. Ustedes dos son lo más importante —comenta y no pude decir nada más al respecto. Sin darme cuenta ya habíamos llegado hasta el lugar donde nos habían citado. Una camioneta con los de seguridad se quedó a unas calles del lugar. El señor me explicó que en su reloj había un mecanismo que alertaba a su guardia cuando esté en peligro y que lo usaría ya cuando llegara el momento; o si llegáramos a estar en peligro extremo. No cabe duda de que la familia de mi hijo es de armas tomar.

—¿Lista para recuperar tu bebé? —me preguntó y asentí con seguridad.

Nos bajamos del auto y nos adentramos en el lugar de inmediato. Escuché el llanto de mi bebé que solo me hizo tensarme y ver al señor Iván. Con su mano me indicó que me calmara y aunque fue muy difícil ya que no sé en qué condiciones estará. Seguimos el llanto de mi bebé y antes de que termináramos de subir casi 10 o más piso de alto. Comenzamos a escuchar gritos y eran de la serpiente de Rebeca.

—¡Eres un maldito bastardo! ¿Porque le pediste a tus inútiles que nos dejaran? Justamente en este momento —yo quiero avanzar, pero el señor Iván pone su mano para de tenerme y me dice que guarde silencio.

—En ningún momento dijiste que secuestrar a un bebé y que matar a Alan era parte de tu plan. Dijiste que solo querías asustarlo no todo esto. Hasta el peor asesino tiene códigos Rebeca y hacerle eso a un bebé y a una persona incapacitada no está en el mío. Lo siento, pero están solos —mis ojos y los del señor Iván se conectan en asombro. Los gritos siguieron, pero ya no eran importantes, solo amenazas vacías.

—Significa que no tienen muchas personas. Tengo un plan, por favor sin importar lo que sea que pase toma a Khoa y corre lo más rápido que puedas. Si no ocúltense como puedan —me susurra en mi oído, asentí y procedimos a subir las escaleras que hacían falta. Rebeca fue la primera en vernos, si no estuviéramos en una situación de peligro o si supiera que mi hijo no sería el posible pagano de mis actos, me hubiera reído histéricamente al ver la horrible cara que hizo cuando me vio. Sus ojos abiertos a punto de salir de sus cuencas, su mandíbula iba casi a dar al suelo. Despegué mi mirada de ella en búsqueda de mi hijo, cuando por fin pude verlo, me fijé que anda caminando torpemente por el lugar y mi corazón palpitó violentamente cuando vi clavos y demás material de construcción a su alrededor.

—Ya estamos aquí, ¿Qué quieres para devolvernos a mi nieto? —expresó el señor Iván con rudeza.

—No todo es dinero en esta vida Iván —escuchamos la voz de un señor mayor que venía detrás de nosotros y con él, 2 hombres más.

—Sucolu, largo tiempo. ¿Te trataron bien en prisión? —le pregunta el señor Iván. El señor les hace señal a los dos tipos y en menos de un segundo ya tienen al señor Iván agarrado. Ahora el hombre al que conozco como Sucolu aprovecha para darle un golpe con el puño en su mejilla.

—Cobarde, siempre otros tienen que hacer tu trabajo sucio. Algo que no has cambiado desde hace muchos años —le comenta el señor Iván, intentaba en todo momento de estar en su sintonía. Su estrategia de hacerlo perder la calma tiene una arma de doble filo.

—Cállate, Iván. Sabes que jamás he sido una persona paciente. Tráiganlo y amárrenlo a la silla. Hagan lo mismo con ella. Rebeca trae al mocoso —comienza a repartir órdenes y ella quiere tomar a mi hijo, pero yo avanzo y lo tomo en brazos. Mi pobre bebé tenía sucio su pañal y posiblemente no de ahorita.

—No te acerques a mi hijo de nuevo Rebeca o te saco los ojos —dije con una furia que ni yo sabía que podía existir en mí.

—Todo tuyo, ese mocoso asqueroso apesta y no ha parado de llorar. Agradece que lo encuentras con vida y no guindado de alguna de esas correas —menciona de lo más tranquila. ¿Cómo se puede amenazar la vida de un ser humano con tal frialdad?

Jugaste y sufríDonde viven las historias. Descúbrelo ahora