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Capítulo 1: El Silencio de la Noche

La luna llena brillaba en lo alto, iluminando débilmente la guarida de las cuatro tortugas. Leonardo, recostado en su colchoneta, giraba inquieto de un lado a otro, incapaz de encontrar el sueño reparador que tanto necesitaba. Donatello, quien fingía dormir, notó su agitación y susurró en la oscuridad: "¿Leo, estás bien?"

Leonardo se quedó en silencio por un momento, luchando contra la tormenta de pensamientos que invadían su mente. "Sí, solo estoy un poco cansado", respondió en voz baja, esperando que sus palabras fueran suficientes para calmar las preocupaciones de sus hermanos.

En el rincón opuesto de la guarida, Rafael y Miguel Ángel, despertados por el susurro de Donatello, intercambiaron miradas confundidas. "¿Qué pasa con Leo?" murmuró Rafael, frotándose los ojos con fuerza.

Miguel Ángel se incorporó ligeramente, frunciendo el ceño en la oscuridad. "No lo sé, parece preocupado por algo. Deberíamos hablar con él."

Donatello asintió en silencio, con los ojos aún fijos en Leonardo, cuya inquietud persistía a pesar de su intento de aparentar calma. "Parece que algo lo está molestando, pero no quiere hablar al respecto", susurró Donatello con pesar.

Miguel Ángel se acercó a Leonardo, casi en un susurro. "¿Leo, necesitas hablar de algo? Estamos aquí para ti, hermano."

Leonardo permaneció en silencio por un momento, luchando contra el impulso de desahogarse y compartir el peso que cargaba en su mente. "No, en serio, estoy bien. Solo necesito descansar un poco más", respondió finalmente, su voz apenas audible en la penumbra.

Rafael se puso de pie y se acercó a la colchoneta de Leonardo. "Sabes que siempre estamos aquí para ti, ¿verdad? No tienes que llevar todo el peso solo."

Leonardo asintió, agradecido por el apoyo de sus hermanos, pero incapaz de revelar la verdadera causa de su inquietud. "Lo sé, chicos. Gracias. Solo necesito un poco de tiempo para ordenar mis pensamientos."

La tensión en la guarida persistió, eclipsando el silencio de la noche. Mientras los minutos se desvanecían lentamente, los cuatro hermanos se acurrucaron, cada uno perdido en sus propios pensamientos y preocupaciones. La oscuridad de la noche envolvía la guarida, anticipando tiempos difíciles por venir.

Al día siguiente, la luz del sol se filtraba a través de las grietas de la guarida, iluminando lentamente el interior. Leonardo, con una taza de café humeante en una mano y el skate en la otra, se deslizaba ágilmente por los pasillos, tratando de despejar su mente. Miguel Ángel, montado en su propio skate, lo siguió de cerca, saltando y girando con entusiasmo.

Mientras tanto, en un rincón de la guarida, Donatello se encontraba inmerso en su trabajo, manipulando un cable y concentrándose en solucionar los problemas de conexión a Internet que habían surgido recientemente. A pocos metros de él, Rafael estaba ocupado en la cocina, picando verduras y preparando el almuerzo del día.

"Oye Leo, ¿no crees que deberías reducir un poco el café? Podría empezar a afectar tu salud", sugirió Miguel Ángel, observando cómo Leonardo bebía su cuarta taza de café del día.

Leonardo se detuvo abruptamente, girando su skate para mirar a Miguel Ángel con una mezcla de irritación y agotamiento. "No necesito que me digas lo que debo hacer, Miguel. Estoy bien, solo necesito mantenerme alerta", respondió con tono firme, dejando su taza vacía sobre una repisa cercana.

Miguel Ángel frunció el ceño, preocupado por la reacción de su hermano mayor. "Lo siento, solo me preocupo por ti. Solo digo que podría no ser bueno..."

"Ya basta, Miguel. No necesito que me estén vigilando todo el tiempo", interrumpió Leonardo, empujando su skate con impaciencia y alejándose de su hermano menor.

Rafael, que había estado observando la escena desde la cocina, soltó un suspiro resignado. Dejó de cortar las verduras y se acercó rápidamente a Miguel Ángel. "Déjalo, Miguel. Sabes que Leo está bajo mucha presión últimamente. No es el momento de discutir."

Miguel Ángel asintió, su expresión reflejando tanto preocupación como frustración. "Lo entiendo, solo quería ayudar. No quería hacerlo enojar."

Rafael puso una mano reconfortante en el hombro de Miguel Ángel. "Lo sé, hermano. Pero a veces, incluso las mejores intenciones pueden ser malinterpretadas. Vamos a terminar con el almuerzo y luego hablaremos con Leo, ¿de acuerdo?"

Leonardo's sleepless night / rottmntDonde viven las historias. Descúbrelo ahora