Capítulo 13

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Amelia

Mi padre me seguía odiando, pero ahora no estaba segura si menos o más.

«No quiero distracciones en tu vida, Amelia»

«Tienes que ser perfecta»

«No me decepciones más »

Sus frías palabras se repetían en mi mente cómo un bucle, pero era doloroso de alguna manera.

Salí del baño con el mismo ardor en mi estómago con el que había entrado.

No ha funcionado.

Me observé en el espejo, mi cabello se encontraba desaliñado y mis ojos estaban más apagados de lo normal, mis ojeras eran muy notorias.

Me siento horrible.

Me observé en el espejo, y simplemente odiaba todo de mí. Desde mi rostro hasta los dedos de mis pies, mi nariz era muy pequeña, mis ojos estaban muy separados, mis pecas eran horribles, mis piernas eran muy flacas y ni hablar de mi cuerpo.

Perfección.

Sonreí con tristeza mientras acaricié mi pelo, yo estaba rota por dentro, aunque nadie lo había notado. Me estaba quebrando poco a poco, y dolía mucho.

Se suponía que yo era perfecta y nunca debía de estar rota, pero a veces no podía.

Limpié mis lágrimas y negué de un lado a otro, me obligué a sonreir cómo siempre lo hacía.

Yo era perfecta.

O eso al menos creía.

📚

Estaba sentada en las gradas mientras observaba a mis amigas jugando con la pelota, ella realmente eran buenas en deportes todo lo contrario a mí lamentablemente.

— ¿No quieres venir? - Hillary me preguntó con emoción.

— No, estoy bien  - dije con una sonrisa.

Hillary y Mia se encogieron de hombros y continuaron su juego, solté un suspiro volviéndome a concentrar en mi lectura. Estábamos en hora libre así que podíamos hacer lo que quisiéramos.

Y eso me gustaba.

— ¿Leyendo?

Y adiós tranquilidad.

¿Es qué Adrián no se cansaba de molestarme?
Lo observé fijamente con molestia, lo odiaba, siempre llegaba en mis momentos de tranquilidad y todo el ambiente tranquilo desaparecía en menos de un segundo.

— ¿Te importa? - dije mientras le mostraba mi libro.

— De hecho no, pero si insistes te puedo hacer compañía.

— Ni en tus mejores sueños, Wilson. Antes muerta a qué me acompañes - dije.

Tarde, él ya se había sentado a mi lado para cuando yo terminé de hablar, lo observé fijamente con indignación y enojo, este chico no podía irritarme más.

— Eres insoportable - confesé con la mirada fija en mi libro.

— Al igual que tú, cerebrito.

Los dos éramos muy insoportables juntos, y me gustaba.

— Tonto - negué de un lado a otro.

Rompiendo Las Reglas© ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora