3. La Caja.

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Narrador omnisciente.

The Maze Runner.

Alguien zarandeó a Max para despertarla

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Alguien zarandeó a Max para despertarla. Abrió los ojos de golpe, vio una cara demasiado pegada a la suya, con la mirada clavada en ella, y todo en calma a su alrededor, ensombrecido por la oscuridad de primera hora de la mañana. Abrió la boca para hablar, pero una mano fría se la tapó y se la cerró. El pánico se adueñó de ella hasta que vio quién era.

—Shh, verducha. No querrás despertar a Chuckie, ¿no?

Era Newt, el que parecía ser el segundo al mando; el aire se llevó su aliento matutino.

Aunque Maxine estuviera sorprendida, la inquietud desapareció al instante. No podía evitar tener curiosidad y se preguntaba qué querría aquel chico de ella. Asintió, esforzándose por decir que sí con los ojos, hasta que al fin Newt retiró la mano y se echó hacia atrás, dejando de agacharse.

Miró como iba hacia la hamaca de Thomas y le despertaba con cuidado. El castaño se sobresaltó un poco, pero Newt le indicó en un gesto que se quedara callado y que lo siguieran en silencio.

—Vamos, novatos —susurró el chico mientras se ponía de pie. Extendió la mano y ayudó a Thomas a levantarse. Era tan fuerte que casi parecía que le fuera a desencajar el brazo—. Debo enseñaros algo antes de que se despierten.

Cualquier resquicio de sueño persistente ya había desaparecido de la mente de Maxine.

—Vale —se limitó a decir ella por los dos, y le siguieron. Sabía que debería abrigar sospechas, pues aún no tenía motivos para confiar en nadie, pero venció la curiosidad. Rápidamente se agachó para ponerse las botas—. ¿Adónde vamos?

—Vosotros seguirme. Y pegados a mí.

Caminaron a hurtadillas entre los cuerpos que dormían esparcidos por el suelo y Thomas estuvo a punto de tropezar varias veces. Le pisó la mano a alguien y, como respuesta, recibió un grito agudo de dolor y un puñetazo en la pantorrilla.

—Perdón —susurró, e ignoró la mirada asesina de Newt y la divertida de la castaña.

En cuanto dejaron atrás el prado y alcanzaron la piedra gris y dura del suelo del patio, Newt echó a correr en dirección a la pared oeste. Maxine al principio vaciló, preguntándose por qué se había puesto a correr, pero reaccionó de inmediato y le siguió a la misma velocidad como Thomas.

La luz era tenue, pero cualquier obstáculo aparecía como una sombra más oscura y, así, pudo avanzar rápidamente. Se detuvo cuando Newt lo hizo, junto al inmenso muro que descollaba por encima de ellos como un rascacielos, otra imagen al azar que flotaba en el turbio charco de su memoria borrada. Maxine vio una lucecitas rojas que brillaban por la pared: se movían, se paraban, se encendían y se apagaban.

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