La Tierra Media, de esplendor inconmensurable, árboles con hojas color verde oscuro, otros con hojas verde tierno se mecen al compás de la brisa, la tierra debajo de estos se moteaba de la sombra de las temblorosas hojas. Las flores amarillas, brota...
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La nieve caía arremolinandose, sin clemencia alguna, nublando la vista de Stella y del resto de de miembros de la Compañía. A duras penas Stella podía ver las figuras de Sam y Bill el poney frente a ella, a solo unos pasos de distancia,
—Esto no me gusta —jadeó Sam, delante de Stella —No tengo nada contra la nieve en una mañana hermosa, pero prefiero estar en cama cuando cae. Sería bueno que toda esta cantidad llegara a Hobbiton. La gente de allí le daría la bienvenida.
...
Al atardecer, mientras los demás concluían el desayuno, Gandalf, Aragorn y Stella se hicieron a un lado y se quedaron mirando el Caradhras. Los tres tenían una discusión sobre qué hacer en adelante. Aragorn estaba al pendiente de los conocimientos de Stella, pues mucho antes de salir en este viaje, de vuelta en Rivendel, Stella, Gandalf, y Elrond, habian considerado prudente compartir esta información con el dunedaín:
— Deberíamos saber — discutió Aragorn a Gandalf — Si es información que puede salvar tiempo entonces es valiosa
— El conocimiento de las acciones antes siquiera de saber las ideas que conducen a ellas, es peligroso, nuestra misión será victoriosa pero me temo, e imagino Stella coincida conmigo, hay acciones que seguro han de ser complicadas de tomar y estas son las que deben de pasar. De otra forma no se sucederán los eventos como queremos.
— Tiene razón Aragorn — respondió Stella — creo que hay pequeñas cosas que podemos evitar, pero... — la joven tomó un profundo respiro, sabia que esto era algo que tenía que hacer por sí misma — Debes dejar que yo lidie con ellas
— Si pudiera ayudar en algo — respondió de vuelta Aragorn, sintiéndo el peso de las palabras de la chica y la gran responsabilidad que estas conllevaban, quizá más con su propia persona que con los allí ahí presentes.
— Lo sé, pediré tu ayuda si la necesito — dijo Stella, el chico puso una mano sobre su hombro y se levantó de la roca donde estaba sentado, rumbo a desayunar.
— Me alegra que te lleves bien con ellos — contestó Gandalf
— Con casi todos — respondió Stella mirando de reojo a Boromir.
— Algunos, querida Eirien, sucumben más rápido al poder de la oscuridad — dijo Gandalf mirando a la chica, el apodo haciendola recordar otros tiempos.
— Lo sé, es solo que... no ha sido muy amable — dijo Stella refiriéndose a Boromir.
— Ya sé querida, y sé que con el tiempo él podrá ver más allá de esa oscuridad que le ciega el temperamento, y probablemente cambiar algunas ideas también — respondió el mago, levantándose y desperezandose.
...
La noche estaba oscura, bajo un cielo nublado. Un viento helado se abría paso entre las rocas. A medianoche habían llegado a las faldas de las grandes montañas. El estrecho sendero bordeaba ahora una pared de acantilados a la izquierda y sobre esa pared los flancos siniestros del Caradhras subían perdiéndose en la oscuridad; a la derecha se abría un abismo de negrura en el sitio en que el terreno caía a pique en una profunda hondonada.
