La Tierra Media, de esplendor inconmensurable, árboles con hojas color verde oscuro, otros con hojas verde tierno se mecen al compás de la brisa, la tierra debajo de estos se moteaba de la sombra de las temblorosas hojas. Las flores amarillas, brota...
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—Descansaremos aquí esta noche —dijo Aragorn— Estos son los prados de Parth Galen: un hermoso sitio en los días de verano de otro tiempo.
— Esperemos que ningún mal haya llegado aún aquí. — dijo Stella compartiendo una mirada preocupada con él, pues ella le había advertido de los orcos.
A pesar de que habían tomado medidas para mantenerse en guardia ante este posible peligro, ella seguía preocupada, pues tenía la impresión de que de alguna forma u otra aparecerían, el libro o la historia se las había arreglado hasta ahora para tarde (más que temprano) los eventos mayores de la historia sucedieran.
Llevaron las embarcaciones a la barranca y acamparon. Pusieron una guardia, pero no oyeron ningún ruido ni vieron ninguna señal de los enemigos. Si Gollum los seguía aún a pesar de la intercesión de Stella, había encontrado el modo de que no lo vieran ni lo oyeran.
Sin embargo, a medida que pasaba la noche, Aragorn y ella iban sintiéndose más y más intranquilos, agitándose en sueños y despertando a menudo. Legolas notó la intranquilidad de la chica, y en un susurró le preguntó:
— ¿Pasa algo?
— No — dijo Stella sintiéndose incómoda de mentirle al elfo.
Este no dijo nada más, pero tomó la mano de la chica y entrelazó sus dedos con los de ella:
— ¿Sabes que puedes confiar en mí? — dijo el elfo.
El corazón de Stella se estrujó, sintiéndose peor de mentirle:
— Lo sé — dijo en apenas un susurro imperceptible.
...
En las primeras horas del alba, el Montaraz se incorporó y se acercó a Frodo, a quien le tocaba montar guardia.
—¿Por qué estás despierto? —preguntó Frodo— No es tu turno.
— Sería bueno que sacaras la espada — respondió Aragorn temiendo que lo que Stella había previsto ocurriera.
—¿Por qué? —preguntó Frodo— ¿Hay enemigos cerca?
— Eso me temo, Stella me ha advertido, pero veamos qué nos muestra Dardo, quizá esta incomodidad no es más que falta de sueño—dijo Aragorn.
Frodo desenfundó entonces la hoja élfica. Aterrorizado, vio que los filos brillaban débilmente en la noche.
—¡Orcos! — dijo — No muy cerca y sin embargo demasiado cerca, me parece.
—Tal como me lo temía —dijo Aragorn temiendo que las palabras de advertencia de la chica se convirtieran en realidad — Pero no creo que estén de este lado del río. La luz de Dardo es débil y quizá sólo apunta a los espías de Mordor en las laderas del Amon Lhaw.
...
El día llegó rápidamente, y después del desayuno Aragorn reunió a la Compañía:
