Capítulo 1

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—¡Es ridiculo!

Me quejé levantando las menos y exagerando la situación, a sabiendas de que era verdaderamente grande como todos juraban y la del problema había sido yo, pero prefería estar muerta que admitirlo, y más si era frente a mi marido.

Sentado en su escritorio Brandon se tomó el puente de la nariz con frustración. Me conocía de memoria ese gesto de cansancio, era muy divertido, y más si yo había sido quien lo provocara. Me daba gracia la manera en cómo su rostro se coloraba, luego se tomaba la nariz, suspiraba, contaba hasta tres y finalmente decía "¿Qué haré contigo, Beth?"

Tras ese pensamiento mi marido se estiró, suspiró profundamente, contó mentalmente hasta tres y murmuró con voz cansada:

—¿Qué haré contigo, Beth?

Sonreí con sorna durante unos segundos para que el gesto no tapara mi cara de ofensa.

—No fue tan malo.

—Lo fue. Intentaste escapar de nuevo.

—No fue así.

Él abrió los ojos y me miró con rabia.

—Verdaderamente fue así. Y no es la primera vez—su voz sonó tan dura que me eché unos pasos hacia atrás—. ¡Ya no puedes escapar!, ¡Soy tu marido, maldita sea!, ¿A donde se supone que quieres ir?, ¿Con tus padres? Ellos te vendieron a mi.

Apreté los dientes.

—¡Un marido toca a su mujer!, ¡Un marido hace que su mujer se sienta segura!—sin querer mi voz se alzó llenando toda la habitación.

Brandon se levantó de su asiento golpeando las manos contra la madera. El ruido me llegó tan fuerte a los oídos que me crispé.

—¡Y una esposa no intenta huir ni mucho menos le levanta la voz a su marido! Estoy tan cansado de ti que si Dios me lo permitiera firmaría el divorcio para que me dejes vivir en paz.

Primero muerta que dejarlo ver qué me dolió su comentario.

Levante aún más la barbilla y le regresé la mirada fuerte.

—Estaría muy agradecida. Te aseguro que sola me sentiría más acompañada que estando contigo.

La guerra que se levantó en su despacho era tan espesa que si ambos avanzábamos un poco podíamos hacer explotar la mansión.

Yo sabía que una mujer no le levantaba la voz a su marido.

Una mujer no daba su opinión ni mucho intentaba huir.

Una mujer no tuteaba a su pareja ni le echaba en cara su falta de atención en la cama.

Pero molestarlo me era tan divertido que solo así le hacía pagar por haberse atrevido a tomarme como esposa y utilizarme solo como jarrón bonito.

Brandon no era feo. Para nada. Era alto, fornido y tenía el cabello siempre bien peinado. Si bien las canas revelaban que era unos veinte años mayor que yo, estaba tan gratamente conservado que los músculos bajo su camisa se veían tentadores cuando se enfurecía. Era un marqués, tenía tanto dinero como para dejar de trabajar un par de horas y atenderme, pero prefería quedarse tras su escritorio todo el día, y el pobre ya estaba aprendiendo que cuando me aburría podía ser todo lo traviesa que se me antojara.

—Te pondré una niñera, eso es lo que pasará.

Alcé las cejas con ironía y una carcajada fuerte salió de mi boca.

—¡Ja!, ¿Una niñera?

Él asintió para nada feliz de que me haya burlado de su comentario.

—No será cualquier niñera. Buscaré al guardia más rudo de todo el ejército del rey, y lo dejaré detrás de ti a ver si así te comportas.

Me crucé de brazos y asentí relamiéndome el labio inferior.

—¿Cuanto apuestas que a él también lo volveré loco?

Prohibido ser tuyaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora