Capítulo 4

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—Hoy iremos con la modista.

El señor Callum solo asintió. No le quedaba de otra.
Sonreí triunfante aún cuando no había nada que ganar y di la media vuelta con una sonrisa de niña pequeña pintada en el rostro.

Me subí al carruaje sabiendo que él entraría detrás de mí y cerraría la puerta a nuestras espaldas.
Hoy el uniforme de los guardias le lucia bastante bien. Lo admiré con los ojos achicados intentando descubrir qué se había hecho diferente pero además del pequeño broche que se puso cerca del cuello de la camisa, no encontré nada.

—¿Se hizo algo en el cabello?—pregunté con curiosidad.

Al principio Callum se quedaba unos cuantos segundos examinando mis preguntas y mis arrebatos de exceso de confianza, pero ahora después del tiempo que llevaba en la casa, tal parecía que se estaba acostumbrando a que yo no era una señorita normal de la sociedad londinense.

Para nada lo era.

En mi familia me consideraban la oveja negra. Después de tres hermanas que se habían casado con nobles adinerados y poderosos, mi lengua suelta había hecho que todos los solteros me huyeran y tras mi trágica presentación lo único que quedó fue un intercambio con el marqués para que me tomara como esposa sin pensar en mis modales.

La gente remilgada simplemente no apreciaba el buen humor.

—No, milady. No le he hecho nada a mi cabello.

—Pues le veo algo diferente hoy.

Callum levantó los hombros.

—No sé a qué se deba, señora.

Yo también levanté los hombros.

—Quizás no sea nada.

Le sonreí y moví mi vista a la ventana, pero noté que él se quedó mirando mi sonrisa un poco más de la cuenta.

Prohibido ser tuyaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora