—¡Vaya, claro que me veo hermosa!—alagué frente al espejo mientras las doncellas terminaban de acomodar mi peinado. Esa mañana había amanecido más reluciente, radiante y llena de brillo.
Me sentía viva.
—El marqués no llegó anoche, milady. Y mandó una nota diciendo que vendría hoy para la cena.
Sonreí sintiendo por primera vez que aquello no me dolía.
—No pasa nada, desayunaré en mi habitación.
—En seguida le subimos la comida.
Las doncellas se marcharon y yo, que estaba demasiado ocupada sonriendo, solo me limité a morderme los labios con los recuerdos de la noche anterior.
Desayuné sola, cosa que siempre me molestaba y en esa ocasión me ayudó a saborear todas las emociones que se acumulaban en mi alma.
A medio día volví a comer sola y aproveché para tomar un libro del estante.
Sabía que Callum estaba del otro lado de la puerta cuidándome y eso me hizo sentir que vivía en uno de esos castillos de los cuentos de hadas.
Llegada la noche los sirvientes me trajeron una nota anunciando que mi marido no llegaría a dormir nuevamente y tampoco me hizo huecos en el alma.
Quizás me estaba sanando de él.
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Prohibido ser tuya
Short StoryQue me perdone Dios si se me escapa tu nombre estando con él.