Esa noche se celebraba el cumpleaños de mi marido. Ir con la modista era una necesidad. Ocupaba el vestido más hermoso para la cena que tenía planeada para él. Jamás había tenido la oportunidad de planear una fiesta para alguien, pero creía que esa podía ser una buena primera vez.
Lady Amelie, la modista, acomodaba finos encajes en el vestido dorado que ya tenía varios días de haber pedido para ese momento. Solo le hacían falta unos pequeños detalles y quedaría perfecto.
—¿Milady, puede verse en el espejo para que note el arreglo en la cintura?
Seguí la orden y me volteé lentamente al gran espejo. Había quedado fabuloso el ajuste. Un escote prominente delineaba mis grandes pechos y la delgada cintura que me esforzaba por conservar. En mis hombros caían mangas cubiertas de pedrería y todo en conjunto hacía resaltar mis ojos color miel.
Me volteé lentamente hacia Callum, quien estaba sentado junto a nosotras con el periódico en la mano.
—¿Qué le parece?—pregunté sonriendo con chispa. La emoción era más fuerte que yo.
Él levantó la vista del papel, parpadeó un par de veces y si mi instinto no me fallaba podía jurar que un brillo distinto le surcó el océano que tenía en la mirada.
—Se ve muy hermosa, milady.
Sus palabras sonaron sinceras. Nada de un simple protocolo para quedar bien conmigo ni mucho como una frase ya usada cientos de veces en el pasado. Sonó... extrañamente mía.
—Gracias, señor—le sonreí y dejé que la modista terminara de arreglar la parte de atrás del corsé.
No importaba que él dijera lo contrario, ese día se veía diferente.
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Prohibido ser tuya
Short StoryQue me perdone Dios si se me escapa tu nombre estando con él.