ZORO
Tras el debut de Sanji como cocinero temporal, sus hombres comenzaron a frecuentar su compañía, lo que le molestó. Ya casi no podía estar a solas con el rubio sin que hubiera otra fastidiosa presencia. Y durante el día, Sanji se la pasaba en la cocina, recibiendo peticiones constantes de refrigerios. Luego, en la tarde se movía hacia la cubierta, donde se sentaba a leer esa dichosa biblia de la que ahora no se separaba.
Solo en la noche, cuando bajaban a la celda, podían hablar un poco. Sin embargo, parecía que Sanji intentaba evitar cualquier conversación de más de dos o tres frases. Lo mismo ocurría durante sus sesiones de lectura, si le decía algo, enseguida apuntaba hacia la biblia, como diciéndole que estaba ocupado. Pero para su sorpresa, eso era exclusivo para él, porque a sus hombres bien que les seguía la corriente y las bromas.
Faltando dos días para llegar a la Isla Roja, notó que en la cubierta había una pequeña multitud congregada alrededor de Sanji.
Se acercó a Franky para saber qué es lo que ocurría.
-Se están confesando con el padre Sanji.- Dijo él, riendo.- Al parecer, también quieren que de sermones.
Zoro miró de nuevo. El rubio estaba sentado en un barril, mientras que en otro estaba Rey, el timonel del barco. Detrás de él, como esperando su turno, se encontraban otros seis hombres. No sabía que sus camaradas estaban tan urgidos por confesar sus pecados, creía que los arrepentimientos de un pirata se iban a la tumba.
Sonrió un poco viendo que el rubio parecía feliz. Sanji se veía muy lindo, como siempre, pero algo incómodo por la posición que debía tener debido a la altura del barril.
-Hey, Franky. - Le dio un pequeño codazo para llamar su atención.- Construye un biombo y un par de butacas para que las use.
-Si, señor.- Franky lo regresó a mirar extrañado. En dos años que llevaban navegando juntos, raramente podían ver a un Zoro amable. Sin embargo, estos días era muy habitual verlo de tan buen humor. Miró de vuelta al padre Sanji y se preguntó si tendría algo que ver con la actitud de Roronoa. Volteó y se marchó para hacer lo que su comandante ordenó.
Por otro lado, Zoro se pasó el resto de la tarde mirando cómo Sanji charlaba de uno en uno con los demás. Le parecía divertido, porque así los mandara a rezar, ninguno tenía ni idea de lo que implicaba esa acción. Cuando terminaban de confesarse, tan solo giraban y se largaban a beber y hacer cualquier otra cosa. Bueno, al menos se deshagan.
Fue unas horas después que Franky regresó con el biombo de madera y las butacas, por lo que avanzó hacia el rubio con los objetos detrás suyo y con un carraspeo interrumpió su conversación.
-Padre, aquí tiene. Es un obsequio, puede usarlo como confesionario.- Zoro señaló los muebles, orgulloso de su acción. No obstante, Sanji no reflejó ninguna emoción. Se levantó del barril e inspeccionó cada detalle.
-Gracias, Roronoa.- Dijo sin más. Franky preparó todo para que el confesionario nuevo estuviera listo para ser usado inmediatamente. Sanji se sentó en la nueva butaca y cerró el biombo a su alrededor, acabando con toda esperanza de Zoro.
No es como si se hubiera esperado que el rubio saltará a sus brazos para abrazarlo como agradecimiento, pero si esperaba un puta sonrisa. Eso era todo. ¿Por qué? No lo sabía, pero quería que el sacerdote fuera un poco más feliz debido a él. Supuso que se trataba de culpa por como lo hizo pasar al comienzo de su estancia. Y después del grato tiempo que pasaron en la cocina, creyó que se volverían más cercanos. Al menos lo suficiente como para que Zoro pudiera sentir su piel de nuevo.
Aquello era otra cosa. Desde lo ocurrido en la Isla Cocomi, su pene no parecía admitir una fantasía para masturbarse que no fuera el padre Sanji. Le recordaba que se supone que debía corromper al padre,...Y ahora viéndolo bien, parecía que el padre era el que estaba corrompiendo a sus hombres. Si alguno le decía que se iba a bautizar, iba a lanzarlo por la borda.
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Perdona mis pecados (ZOSAN +18)
RomanceLa iglesia fue el hogar de Sanji desde siempre, así que vio natural seguir su camino hasta llegar a ser sacerdote. De hecho, le quedaba muy poco para ser ordenado como tal, pero justo antes de recibir su ansiado título, unos piratas entraron a la fu...