Capítulo 10

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ZORO

A pesar de la oscuridad, podía ver muy bien el azul claro de los ojos de Sanji. Tan hermosos, tan hipnotizantes. Tocó su oreja de forma suave, bajando hasta el lóbulo. El sacerdote se sacudió un poco.

-¿Cosquillas?- Preguntó riendo. El rubio lo miró malhumorado, como era habitual en él. En realidad, a Zoro le gustaba que Sanji fuera tan ambivalente. Era divertido porque decía cosas hirientes y duras, y aún así, no se apartaba de su toque.

-¿En serio no me dejarás dormir en paz?

-Mmm, no.- Se tiró sobre las almohadas de la cama, empujándolo de paso para que hiciera lo mismo. Sanji cayó sobre su brazo, pero se mantuvo quieto. El silencio inundó la habitación por un par de minutos. Zoro se dedicó a escuchar la suave respiración del sacerdote, esperando formular lo que quería decir con las palabras correctas. - Padre, de verdad no pretendo hacerle daño.

-Lo sé...aún así lo haces.- Sanji se giró con el fin de tenerlo frente a frente.- Me haces querer cosas que no debería.

Zoro se apoyó en un brazo para poder ver desde arriba a Sanji, tratando de averiguar si lo que acababa de escuchar era una alguna rara especie de confesión.

-¿Me desea?- Su voz sonó unas octavas más grave de lo que le hubiera gustado. Agh, sonó tan desesperado. Sanji estiró su mano hacia su rostro y delineó su mejilla.

-Más que eso. Me gustas ¿no es horrible?- Sanji sonrió, una triste sonrisa de rendición.

Para Roronoa, el término gustar le era desconocido. La definición no, claro, no era idiota. Solo que en la vida real nunca tuvo ni un poco de cercanía a ese sentimiento. Nunca le gustó nadie y estaba bastante seguro que tampoco le gustó a ni una sola persona. Para él las personas solo eran un medio para un fin. Si quería sexo, follaba. Si quería dinero, robaba. Si quería venganza, mataba...Sencillo. Es por eso que las emociones que le provocaba el sacerdote ya eran demasiado nuevas para él. ¿Qué quería de él? Comprendió el deseo, más allá...era confuso. Así que ahora que lo escuchaba, no podía imaginarse el alcance de las palabras del sacerdote.

De todas formas, le agradó mucho porque eso le daba una ventaja. Zoro se acercó despacio, sin querer espantarlo, para plantarle un suave beso en los labios.

-Dígalo de nuevo.- Sanji rió hermosamente, solo para golpearlo y que se quitara de encima.

-Qué no te se te suba a la cabeza, no cambia nada.

-Si que cambia las cosas...Ahora puede dejar de fingir que no le gusta cuando lo toco.- Sanji no contestó durante un buen tiempo. Roronoa maldijo internamente pensando que lo había arruinado de nuevo, cuando el sacerdote se subió sobre él. Se sorprendió, pero no más que el propio Sanji, que estaba completamente enrojecido por sus propios actos. Básicamente se sentó sobre su cadera.

-Solo por esta noche, seré tan sincero como pueda.- Las manos del sacerdote viajaron hasta posarse sobre su pecho, apoyándose para mantener el equilibrio.- Tócame.

-Mierda, ¿no será que yo soy el que está soñando?- Zoro acarició los muslos del sacerdote. Su piel estaba ligeramente sudada debido al clima, pero aun así le gustó mucho cómo se sentía debajo de sus palmas.

-Podemos averiguarlo, si esto es un sueño.- Sanji trazó un camino imaginario con uno de sus dedos hasta llegar al ombligo del peliverde. Zoro no podía creer lo que estaba pasando. El padre Sanji parecía otra persona mucho más...atrevida. Tenía que aprovechar, porque estaba bastante seguro que mañana volvería a alejarlo.

Perdona mis pecados (ZOSAN +18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora