Capítulo 16

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SANJI

Recordaba a la perfección el día que perdió aquella biblia, porque fue el mismo día en el que perdió una parte de su corazón.

Ese día, mientras partía en un barco lleno de comerciantes y viajeros, lloró con todas sus fuerzas. Lloró por su reciente libertad, lloró por su querida biblia, y sobre todo, lloró por su amor hacia Roronoa.

Le mintió a Zoro y a sí mismo cuando dijo que solo le gustaba. La realidad era que lo amaba. Amaba más a ese hombre que a su propia vida, tanto que estuvo tentado de regresar a sus brazos.

Sin embargo, no serían felices si lo hacía. Estaba demasiado confundido para dar un paso en cualquier dirección. Si dudaba de esa manera, solo le haría daño al peliverde si en algún momento cambiaba de opinión.

Amaba a Zoro, pero también a Dios. ¿Qué más podía hacer si no era renunciar a sus sentimientos?

Por eso se esforzó tanto en su vida actual, para ser feliz o al menos para fingirlo. Honestamente, idealizó tanto su deber, que ahora que lo afrontaba, vio con decepción lo aburrido que era.

Ser sacerdote fue todo lo que quiso y ahora que lo tenía, lo aburría. Extrañaba ver el mundo, así fuera en un barco pirata. Extrañaba a Roronoa.

Así que tener esa biblia en sus manos le dio un poco de esperanza.

Podía significar miles de cosas, pero la única que se le ocurrió fue que Zoro era el ministro.

Pero...siendo realistas, era imposible, él mismo le dijo que se llamaba Mihawk. Todos en el pueblo lo conocían por el mismo nombre. A menos que haya ocultado su identidad a propósito.

Sanji sabía que había algo extraño en como lo hacía sentir, en lo mucho que le recordaba a Roronoa.

O solo estaba tratando de convencerse de que no estaba volviéndose loco. Sí, no podía ser Roronoa. Él era un pirata, ¿que haría como ministro en ese pequeño pueblo? Incluso su voz, aunque no la recordaba bien, no se asemejaba tanto. Ambas voces eran roncas, graves. Sin embargo, la de Roronoa era mucho más sensual.

Mierda.

Miró la hora. Eran las siete de la tarde, aún debía estar abierto el ayuntamiento.

Pensó profundamente, y se le ocurrió que podía ir y buscar a Mihawk. Podía preguntarle de dónde había sacado esa biblia. Tal vez, la encontró o alguien se la regalo o...No sabía, pero lo averiguaría.

Salió de la iglesia, asegurándose que todas las puertas quedaran bien cerradas, y marchó hacia el ayuntamiento.

Nada más entrar, la secretaría de la recepción lo saludo muy atenta. Ya que era un pueblo pequeño, conocía a casi todos, así que no fue difícil que la señorita lo dejara pasar en seguida.

Subió directo al despacho de Mihawk. Con algo de miedo, tocó la puerta, esperando que al otro lado respondieran.

-Adelante.

Sanji entró. Un hombre atractivo de cabello negro, piel clara y ojos penetrantes, lo miraron por encima de una montaña de papeleo. No era Roronoa.

-Ministro, buenas noches.- Sus palmas sudaban, agarrándose fuertemente de su pantalón de traje negro.

-Buenas noches, ¿a que se debe su visita? - Su voz. No era la misma que la del confesionario ¿O si?

-La biblia...-Sacó el libro del bolsillo de su chaqueta. El rostro de Mihawk reflejaba un poco de desinterés con algo de confusión.- ¿Usted la dejó en la iglesia?

Perdona mis pecados (ZOSAN +18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora