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SANJI
Sus ojos viajaron hasta el escote de Nojiko, el cual estaba apenas tapado por un corpiño plateado. Su piel se veía brillante y suave,...Giró el rostro hacia otro lado.
-Es-esto está mal, muy mal. Sácame de aquí de inmediato.- Exigió al peliverde, que lo mantuvo quieto por los hombros.
-Relájese. Es solo un baile.
Zoro bufó un poco molesto quitándole importancia. Con un chasquido, Nojiko comenzó a bailar sensualmente, acercándose al rubio. La morena se sintió mal por aquello, solo con un vistazo se daba cuenta que el sacerdote quería estar en cualquier parte menos donde estaba. Sin embargo, dinero era dinero. Y estaba segura que su hermana ya se había encargado de cobrar.
Sus caderas se balancearon de un lado al otro, con un ritmo que solo podía imaginar en su cabeza. Dirigió un dedo al pecho del rubio, bajando despacio hasta su ombligo. Quizás esa fue la gota que colmó el vaso en el cuerpo de Sanji, porque se retorció como un gusano para alejarse un paso. Cerró los ojos, dejando confundida a la morena.
-No puedo. Por favor, Roronoa.- Suplicó. El moreno, algo fastidiado, lo giró hacia él. Los ojos de Sanji estaban cerrados fuertemente, lo que no fue impedimento para que las lágrimas salieran y empaparan su rostro. Sanji escuchó un suspiro y después de una pausa, sintió como Roronoa lo agarraba del cabello con una fuerza castigadora. No obstante, al contrario de lo que creía, no lo golpeó, si no que lo estrelló contra su cuerpo, de alguna manera consolándolo.
-Maldita sea, padre.- Sanji se pegó mucho más cerca, casi queriendo perderse en el otro para no tener que afrontar lo que había pensado con total nitidez. Se odió a sí mismo.- Abra los ojos, nos vamos como usted quería.
Con una señal, se despidió de la morocha, que estaba más confundida que nunca. Conocía a Zoro desde que eran pequeños y a pesar de los rumores, siempre lo vio como un buen muchacho. Ahora, no solo trajo a un sacerdote atado, si no que lo trató de una forma muy cruel, al punto de un ataque de pánico. Pero lo más curioso fue su reacción ante la vulnerabilidad del hombre...Se veía satisfecho de alguna forma. Nojiko sacudió la cabeza, agradeciendo que su gusto en hombres no incluían criminales.
Mientras tanto, Sanji no abrió los ojos durante su camino de vuelta a la salida, pero no hizo falta. El peliverde lo guió con sumo cuidado, agarrándolo de la cintura firmemente. En la salida, se despidió de la pelinaranja con un par de palabras y continuaron.
Cuando estuvieron bastante lejos, al fin, Sanji abrió los ojos. Seguía sollozando, porque dentro de su mente los castigos divinos se recitaban una y otra vez, recordando la condena que le esperaba por su mente lujuriosa. Zoro se detuvo en cuanto se adentraron en el bosque, cerca de donde habían dejado el barco. Soltó el agarre que mantuvo todo el tiempo sobre el rubio y se alejó unos pasos, algo incómodo.
-Lo siento, padre. No esperaba que su reacción fuera de esta manera...- Con timidez, el peliverde secó con el dorso de su manga las lágrimas de Sanji.- Quería que se divirtiera un poco, que conociera la lujuria,...
-Te odio.- Dijo él, poniendo en palabras tantos sentimientos que había acumulado durante su cautiverio. - Te odio tanto, a ti y a tu estúpido juego.
Zoro no dijo nada. Si le dolió o le dio igual, se mantuvo callado mientras seguía secando la humedad de sus mejillas. Sanji solo miró hacia el suelo, esperando volver rápido a su celda y rezar por el perdón. Sin embargo, escuchó un jadeo casi silencioso que le llamó la atención. El peliverde estaba mirando la parte inferior de su cuerpo.
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Perdona mis pecados (ZOSAN +18)
RomanceLa iglesia fue el hogar de Sanji desde siempre, así que vio natural seguir su camino hasta llegar a ser sacerdote. De hecho, le quedaba muy poco para ser ordenado como tal, pero justo antes de recibir su ansiado título, unos piratas entraron a la fu...