Capítulo 8

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ZORO

Fastidiado era decir poco, estaba decepcionado por su rendimiento. A pesar de que fácilmente fue la noche más caliente de su vida, se sentía patético debido a su ridícula resistencia. Además, por regocijarse en su propio placer, descuidó al rubio. Estaba convencido que debía ser de sus primeras experiencias sexuales y lo había arruinado.

Ugh, de hecho, quería hablar sobre ello con el sacerdote, convencerlo de intentarlo de nuevo. Sin embargo, los siguientes días, Sanji se mantuvo taciturno, ignorando cualquier tipo de cercanía de cualquiera de los tripulantes, incluyéndolo. Siguió cocinando, más cuando terminaba volvía a bajar a su celda llevando su plato consigo.

Fue como un golpe a su ego, porque Zoro tenía la esperanza de que el sacerdote hubiera bajado sus defensas después de tener sexo. No quería ser un idiota narcisista, pero creyó que el placer lo haría regresar a por mas. Después de todo, por más mediocre que resultara el encuentro, el rubio había eyaculado casi tan rápido como él.

El resultado fue todo lo contrario, lo espantó. Entendía en parte, siendo tan creyente como lo era, fue inevitable que no siguiera siendo un terco sobre sus acciones impuras, el pecado y bla bla bla.

Demonios, ahora estaban a minutos de desembarcar en la Isla Roja, donde existía el mercado más grande del mar. Allí podía comprarse y venderse lo que fuera, incluyendo humanos, raras especias, hierbas mágicas, etc.

No iba a vender a Sanji ¿Cómo podría? Lo pensó todo el tiempo que tuvo solo para llegar a la conclusión de que Sanji podría adaptarse perfectamente a su tripulación. Para su sorpresa, sus hombres le agarraron cariño muy rápido, aunque fuera debido a su deliciosa comida, y el puesto de chef le quedaba bien. Mierda, y para ser honestos, él mismo se había acostumbrado a su presencia.

El problema era que sabía que si se lo proponía, el rubio iba a rechazarlo.

Igual, no era la primera vez que tendría que forzarlo a tomar otro camino. La diferencia es que ahora tenía que convencerlo que esa decisión le pertenecía a él y nadie más. ¿Cómo? Iba a llevarlo contra las cuerdas, fingiendo que lo iba a vender para que no tuviera más opción que irse con él.

Así que tan pronto como arribaron al puerto, su tripulación desembarcó con la orden de vender todo lo robado. A cambio, debían comprar más munición. Por otro lado, él y Sanji se dirigieron directamente hacía el pueblo, donde no había nada más que casas y hostales. No obstante, Zoro le convenció de que allí existía el escondite principal donde hacían las ventas ilegales. Por supuesto, no podía ser menos cierto. El lugar al que se refería estaba al otro lado de la isla, mientras que este estaba custodiado por un fuerte de la marina.

Caminó lento, esperando que Sanji se debilitara y diera señales de que aquello no era lo que quería.

- Padre Sanji, lo vamos a extrañar, ¿sabe?- El rubio lo ignoró, su mirada solo seguía el ritmo de sus pies.- Quien lo compre tendrá mucha suerte.

Nada. Parecía que el alma del sacerdote había dejado a su cuerpo detrás, dejando solo carne y huesos. Zoro se asustó, tarde o temprano llegaría al final del poblado y Sanji se daría cuenta de su treta. Tenía que convencerlo ahora o nunca.

- Puedo venderlo, padre...O puede quedarse conmigo.- Sanji paró. Se quedó en su puesto, aún mirando hacia el suelo y con el rostro pálido.- Usted elija. Si se queda en mi barco no le faltará nada. Podrá usar la cocina siempre que quiera y será libre.

- ¿Libre?- Sanji lo miró después de mucho tiempo, sus pupilas brillantes por las lágrimas contenidas.- Cómo puedes decir que seré libre. Desde que te conocí no he sido libre ni un solo día, Roronoa. Para mi, ser vendido o quedarme en tu barco significa lo mismo. Seré un rehén por siempre.

Perdona mis pecados (ZOSAN +18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora