ZORO
Eran las tres de la mañana. Si alguien lo viera allí, parado en la oscuridad y con aquella pinta, de seguro llamarían a la marina.
Por lo mismo, trató de esconderse un poco mientras se limpiaba la sangre de la cara. Luego, revisó su ropa, que a comparación de la mañana, se veía mucho más arrugada y sucia. Esperaba que Sanji no se diera cuenta.
Se miró de nuevo en la ventana trasera de la iglesia, y solo cuando estuvo seguro de que no hubiera nada fuera de lugar en su apariencia, entró.
Para su satisfacción, el sacerdote no había cerrado la puerta con seguro. Supuso que se debía a que lo estaba esperando, tal y como prometieron.
De todos modos, caminó despacio por si el rubio dormía. Tropezó un par de veces con los muebles de la entrada hasta que logró encontrar la recámara de Sanji. Abrió la puerta y miró al interior. Era una habitación pequeña, así que enseguida se topó con la silueta acostada de su chico. Parecía dormido. Su corazón se oprimió, un poco triste por hacer que lo esperara hasta tan tarde.
Si tan solo ese sujeto no se hubiera resistido tanto, habría llegado antes.
Echó otro vistazo a Sanji. Podía entrar y acostarse junto a él, o podía dejarlo dormir. Siempre tenían la posibilidad de hablar más tarde.
Dudó, pero finalmente, comenzó a cerrar la puerta. Al menos hasta que Sanji se despertó de golpe y prendió una pequeña lámpara que estaba sobre una mesita a su lado.
-Llegaste.- Dijo el rubio con una ligera sonrisa en su rostro.
-Estabas despierto.
-No podía dormir, estaba esperando...-Su sacerdote se levantó y prácticamente corrió a su encuentro. Lo tomó de un brazo y lo condujo hasta su cama de una plaza para que se sentara en la orilla.
-Me matas con cada una de las palabras que suelta tu linda boca, ¿sabías?- Acarició su barbilla, pretendiendo darle un besito. Sin embargo, Sanji se apartó.
-Las palabras bonitas no van a distraerme ¿y desde cuando ya no me hablas formal?
-Desde que quiero ser más cercano a ti, ¿te molesta?- Sanji enarcó una ceja, lo que hizo que Zoro riera.- Si lo hace, puedo hablarte formal.
-En realidad, no me molesta.
-Igual noté que ahora me llamas Zoro.- Sanji se ruborizó, y cruzándose de brazos, cambió de tema.
-Como sea. Creo que debes empezar a hablar.- Su bonito chico lo miró fijamente. No olía a nada, ¿verdad? El olor a sangre era muy evidente, y a pesar de que trató de lavarse muy bien, siempre podía quedar algún rastro. Zoro se inclinó hacía atrás, tratando de crear espacio entre los dos por si las dudas.
-¿Qué quieres que te cuente? Te diré todo.- O casi todo.
-¿Qué haces aquí?
-Es obvio que vine a buscarte.- Dijo el peliverde. Sanji se removió un poco incómodo. Zoro sabía cómo se sentía. Estaba recordando el pasado, donde él fue a buscarlo a la fuerza.- Vine a verte, Sanji, pero si quieres que me vaya, me iré.
Sanji parpadeó confundido, seguro esperaba que Zoro lo incitara a escapar junto a él en ese mismo momento.
-Cielo, esta vez quiero hacer las cosas bien. Sé que debe haber cientas de cosas en tu cabeza que debes discutir contigo mismo, y yo no quiero imponerte que vengas conmigo o que estés conmigo.- Envolvió la mano del rubio con la suya, dándole un apretón tranquilizador.- Quiero que me elijas, pero solo cuando estés seguro. Hasta mientras, yo estaré aquí, adorándote.
ESTÁS LEYENDO
Perdona mis pecados (ZOSAN +18)
RomansaLa iglesia fue el hogar de Sanji desde siempre, así que vio natural seguir su camino hasta llegar a ser sacerdote. De hecho, le quedaba muy poco para ser ordenado como tal, pero justo antes de recibir su ansiado título, unos piratas entraron a la fu...