25: Distance

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Jennie Kim era superguapa.

¿Había dicho ya que Jennie Kim era superguapa?

Porque Jennie Kim era superguapa.

—Deja de mirarme así —dijo Jennie Kim, que era superguapa, con las mejillas algo sonrojadas aún, y ella soltó una risita antes de estrecharla aún más entre sus brazos mientras descansaban bajo las sábanas.

—Una vez leí que las mujeres están más guapas después de tener orgasmos, y creo que es verdad porque estás mil veces más guapa que hace unas horas.

—¿Dónde has leído eso? —preguntó Jennie con la cara escondida en su cuello y ella se alejó lo justo para poder mirarla a los ojos.

—No lo sé —confesó—. ¿En las revistas de la sala de espera del dentista? —probó suerte y le apartó un mechón de pelo del rostro—. Pero estás increíblemente guapa ahora mismo, en serio.

Joder, cuando ponía esa cara de vergüenza la derretía por dentro.

—Deben de ser las endorfinas, te hacen ver todo aumentado.

Se rio al escucharla, le gustaba aquella Jennie desinhibida que tonteaba con ella entre las sábanas de una cama.

—Debe de ser que estoy loca por ti.

Se sonrieron y se inclinó hacia la coreana para atrapar sus labios en un beso tierno. Joder, es que acababan de hacer el amor y había sido la mejor experiencia de su vida. Aún escuchaba el eco de sus gemidos en aquella habitación, lo sentía dentro.

—¿Quieres que apague la luz? —preguntó perdida en sus ojos marrones, despidiéndose mentalmente de ellos por si quería que se quedaran a oscuras—. No tengo ni idea de qué hora es, pero apenas vamos a dormir.

—Deberíamos poner una alarma, ¿no? —dijo Jennie mientras le acariciaba los hombros de forma distraída—. Por si acaso.

—Está bien. Deja que busque mi teléfono.

La besó, fugaz y rápido, y se levantó en busca de su teléfono, lo tenía en el bolsillo de los pantalones, así que se dirigió directa a ellos. Hasta que lo tuvo en las manos no se dio cuenta de que estaba completamente desnuda frente a la coreana. Se volvió hacia ella y sonrió al verla apartar la mirada a toda prisa y con las mejillas sonrojadas. Se mordió el labio inferior al distinguir sus curvas bajo la sábana y le entraron unas ganas horribles de destaparla y estudiar su cuerpo durante horas, porque quería memorizar cada milímetro de su anatomía. Sintió un pinchazo de los placenteros en el bajo vientre al recordar que fue Jennie quien encendió la luz para que pudieran verse bien mientras lo hacían. Dios, todavía sentía su orgasmo en la mano y no dejaba de recordar una y otra vez sus labios entreabiertos, el gemido que había dejado escapar entre ellos. Joder, ese gemido.

Se moría por sentir todos sus orgasmos. Por todas partes.

Y no os podéis despedir sin sentirlo en esa parte en concreto.

Joder.

Joder.

Respiró hondo, porque simplemente pensarlo la había puesto cachonda. Encendió la pantalla del teléfono y protestó mientras se dejaba caer a su lado en la cama.

—¿Qué pasa? —preguntó Jennie acercándose a ella para apoyar la mejilla en su hombro.

—Es es muy tarde.

Se quedó sin aliento al verla con la sábana sujeta sobre el pecho y el pelo despeinado. Se había encendido como una maldita cerilla. En serio, Jennie era demasiado sexi y no lo sabía. Era muy tarde y necesitarían dormir, pero a sus ganas les dio igual.

Distance | JenlisaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora