O6: Don't forget to dream

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Tom y Jerry estaban desaparecidos en combate, Rosé se comportaba de forma muy rara tras aquella aventura con su vecino —la cual no se repitió —, y Elliot y ella tan solo se habían visto una vez para ir al cine esa semana. Su vida social en Livermore había desaparecido, pero al menos tenía a su querido portátil.

Llevaba escritos muchos capítulos de su fic y además tenía una idea para el próximo. Y no trataba sobre cuentos de hadas. Había vuelto a hablar con aquella chica un par de veces, la tal Rêveuse, nada personal, solo sobre la historia y el rumbo de su argumento. La teoría de su hater número uno sobre el futuro de su fanfic le había sorprendido bastante, era inteligente, se preguntó si la forma de pensar de aquella chica era en general tan interesante.

Estaban a 31 de diciembre y esa noche tendría lugar la partida del año, la ocasión resultaba el doble de especial porque el día 1 de enero de hacía veintitrés años nació Roseanne. Así que era la partida de fin/inicio de año y de paso celebraban el cumpleaños de su amiga. Dos en uno. No estaba muy segura de que Elliot fuese a acudir, a pesar de que Rosé lo había mencionado en el chat que compartían todos.

—¿Te vas ya? —preguntó su madre cuando la vio colocándose el abrigo en la entrada de su casa.

—Sí, voy a casa de Tom, como todos los años.

Lo dijo con el ceño fruncido porque le sorprendía que su madre no recordara la tradición.

—¿Louisa va contigo?

—Eh...

Se le había olvidado proponérselo.

—¿Por qué no la invitas? No les importará a tus amigos, ¿no?

—Mamá, ya sabes que me cuesta mucho...

—Lisa. —Su madre cortó su frase—. Tu hermana te apartó cuando más te necesitaba, no sé si por orgullo o por lo que sea que pasó aquella noche. No le hagas caso, porque te sigue necesitando a su lado.

Se mordió el labio y suspiró profundo antes de avanzar hacia el salón. Sintió un pinchazo en el pecho al ver la expresión risueña de su hermana, que reía en el sofá junto a su padre. Echaba de menos esos momentos con ella.

—Louisa, ¿te apetece venir a la quedada de fin de año? —dijo de forma distraída mientras acariciaba el respaldo del sofá.

—La verdad es que me apetece estar en casa —contestó—. Papá, ¿me puedes llevar?

Su padre la miró a ella, a pesar de que Louisa se había dirigido a él directamente.

—Lisa, vas a coger el coche, ¿no?

Venga, Lisa, es tu hermana, puedes soportar un viaje en coche con ella.

—Sí. Puedo llevarla a su casa si quiere.

La sonrisa que le dedicó su padre le revolvió todo por dentro, en el buen sentido, parecía decir algo así como: «Por fin». «Por fin», necesitaba más de eso, así que por primera vez tras veinte meses sin contacto, se atrevió a extender la mano para ayudarla a levantarse del sofá.

Cuando su hermana posó la mirada sobre la suya al quedar a su altura, ella se mordió el labio disimuladamente, no quería que su nerviosismo resultara obvio de cara al exterior. Después Louisa se dirigió a la entrada principal, seguramente para coger el abrigo y su bolso.

—Lisa, lo que sea que pasara entre vosotras, podéis solucionarlo juntas —escuchó la voz de su madre, a la que siguió la de su padre.

—Ante todo sois hermanas, recuérdalo.

Distance | JenlisaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora