11: Her smile in live

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Tras ducharse, se había puesto una camiseta básica de color gris y unos vaqueros oscuros, a pesar de que en casa prefería ir con ropa deportiva —o desnuda, según Tom y Jerry—. Se había alisado el pelo y pintado los ojos, su cámara web no era muy buena, así que no eran necesarias más capas de maquillaje para disimular las imperfecciones de su piel.

En ese momento fumaba un cigarro apoyada en el alféizar de la ventana, estaba demasiado nerviosa como para resistirse a la tentación de la nicotina, tan solo quedaban unos minutos para su primera conversación por Skype con Jennie. Cerró los ojos con fuerza antes de dar la última calada y también la ventana, porque empezaba a hacer frío, aunque ella se sentía demasiado acalorada. Se observó en un espejo que normalmente tenía guardado en un cajón y suspiró.

¿Jennie la vería guapa? Joder, quería gustarle mucho.

Abrió el programa en el portátil y se mordió el labio mientras alcanzaba el móvil para abrir su conversación de WhatsApp.

LISA: No nos hemos dado los emails.

LISA: Voy a pasarte el personal, tengo ya esa confianza contigo.

LISA: ¿Estás nerviosa?

JEN: Estoy nerviosa, ya lo sabes. Yo también te daré mi cuenta personal.

Apuntó el correo electrónico de Jennie para agregar su contacto y sonrió al ver su apellido, Kim. Solo podía sumar puntos si se apellidaba así. La sonrisa se desvaneció entre sus labios al verla conectada, se le aceleraron las pulsaciones y se acarició la frente antes de hacer click en su nombre para iniciar la conversación.

—Joder, voy a morirme —dijo en voz alta antes de seleccionar la «videollamada».

Lo intentó una vez y nadie descolgó al otro lado, eso sí, le dio tiempo a verse el careto en su pantalla y si esa era la imagen que iba a encontrarse Jennie al aceptar la llamada, quizás sería mejor que no lo hiciera. Seguir en el anonimato físico en directo y limitarse a enseñarle fotografías cuidadosamente seleccionadas con antelación. Con mucha antelación y jurado profesional.

LALISA MANOBAL: ¿Aún no estás disponible?

JENNIE KIM: Me muero de vergüenza, te lo prometo.

LALISA MANOBAL: Podemos dejarlo para otro día.

JENNIE KIM: Demonios, quiero hacerlo, pero no te burles de mí, ¿vale?

LALISA MANOBAL: No me voy a burlar.

JENNIE KIM: Llámame.

Uf.

Joder, le iba a dar un infarto. Menos mal que Rosé había quedado con unos compañeros de la facultad para hacer un trabajo y Tom y Jerry estaban desaparecidos —como siempre últimamente—, así que tenía la casa para ella sola.

Se mordió el labio inferior justo antes de pulsar «videollamada» de nuevo y cuando escuchó el sonido que indicaba que la coreana había descolgado se le suspendieron los latidos y se le encogió el estómago. Su cámara se hizo diminuta en el lado derecho del monitor y el resto se convirtió en Jennie a pantalla completa.

Se le olvidó del todo aquella gigantesca necesidad de salir bien en cámara y se limitó a contemplarla con cara de idiota, seguramente. Ni se había planteado la posibilidad de que aquella chica ganara aún más en directo, pero es que llevaba meses hablando con una diosa griega o romana o egipcia o todo junto.

Distance | JenlisaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora