El sendero infernal

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Aquel era el día. Hoy recuperaré a mis padres de las garras (o pinzas o tentáculos o lo que tengan) de esos demonios. Y qué mejor forma de empezar ese esperado día que sin haber dormido apenas nada por culpa de un horroroso dolor de cabeza.

-En serio, Sophie, no es necesario que vayas.-Insiste Sam.

-¡Pero tengo que ir!-Replico pataleando en la cama.-Son mis padres.

-Pero no te encuentras...

-¡Estoy perfectamente!-Me incorporo y trato de sonreír ignorando las palpitaciones de la cabeza.-¿Ves? Mi estado de salud es perfecto.

  Sam suspira rindiéndose y se levanta de la cama. Sabe que soy lo suficientemente cabezota como para que logre convencerme de alguna forma. Se pasa las manos por la cabeza y se dirige con paso cansado hacia la puerta.

-Está bien.-Finaliza la discusión.-Pero luego ni se te ocurra quejarte. Salimos dentro de media hora.

  Y dicho eso se marcha. Yo suspiro mientras las comisuras de mis labios se estiran para formar una pequeña sonrisa. Sam es mi mejor amigo y siempre a tratado de protegerme, cosa que agradezco con toda mi alma, pero tiene que entender que esta era mi decisión desde el principio, y que un maldito dolor de cabeza inoportuno no va a hacer que me quede en casa de brazos cruzados.

  Me visto con la ropa de combate que, por alguna razón, Gabriel a traído, me recojo el pelo en una trenza de raíz y me calzo mis botas favoritas (que casualmente también son las más cómodas). Compruebo que la pulsera que me regalaron por mi cumpleaños está en mi muñeca y, por último, me echo una chaqueta por encima.

  Después de desayunar, Abril aparcó de alguna forma el coche literalmente a la puerta de la casa, y de esa forma pudieron montarse hasta los vampiros (dado que los cristales no dejaban pasar nada de luz solar). Y nos pusimos en marcha. El plan era que, cuando llegáramos allí, kay ya estuviera esperando y que Victoria y Sam vendrían a por nosotros por la noche (ya que podían correr mucho más rápido y tenían más resistencia).

  Pero Kay no estaba allí, y tuvimos que esperar media hora a que se le ocurriese aparecer.

-¡En marcha lechugas!-Grita nada más llegar, y tanto yo como el resto tenemos que hacer un sobre esfuerzo para aguantar la risa.

  Lleva una camiseta verde caqui con un dibujo en el centro de una montaña sonriente (creo y espero que sea una montaña y no otra cosa), unos pantalones de camuflaje verdes y, para rematar el conjunto, unas botas rosas de montaña. A su espalda lleva una mochila marrón con un estampado de arbolitos y, por alguna razón que no llego a entender, tiene dibujada una mariposa en la frente.

-Hay mucho camino por delante.-Continúa él, y todos corremos tras él para alcanzarlo.-Pero tranquis, mañana por la noche ya estaremos dentro.

-¿Y eso se supone que debe animarnos?-Me susurra Gabriel.

-Creo que si.-Respondo en el mismo tono.-Y lo cierto es que me da un poco de miedo.

-¿Por qué?

-Por mi entrenamiento.-Digo resignada.-No quiero ser solo una carga, y aunque tú y Eric os... ¡Mierda, Eric!

  Él me mira extrañado.

-¿Qué pasa con él?-Pregunta sin entender.

-Que le prometí que vendría con nosotros, ¿recuerdas?-Creo que estoy alzando mucho la voz, así que la bajo.-Nunca he roto una promesa, y él podría ayudarnos contra los demonios.

  Gabriel se lleva un dedo a los labios pidiéndome silencio, y a continuación saca un móvil y comienza a teclear algo. Sinceramente, hasta ese momento pensaba que los nefilim no tenían móviles, pero veo que me equivoco.

La caja metálica-(Cazadores de sombras) (LCM #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora