Tras el juicio

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  Mi tío viajó hasta Idris, la ciudad de los cazadores de sombras, para explicar todo lo ocurrido a la Clave. Caliel, tal como dijo, no se despegó de mi durante la semana que tardó James en volver al Instituto. La verdad es que no pensé que tener a una ángel de la guarda literalmente siguiéndote a todas partes fuese a ser tan poco molesto, imaginaba que terminaría harta de él, pero no ha sido así.

  Gabriel y yo hemos pasado largas tardes tratando de enseñarle a manejar una espada, ya que se supone que un ángel debe saber combatir, pero ha sido inútil. Sobre todo teniendo en cuenta que Charlotte ha tomado la costumbre de preguntar al pobre niño si necesita algo (como escapar de nosotros) cada cinco minutos. Y estoy bastante segura de que no falta mucho para que él le acabe confesando que no la aguanta. 

-¿Y si probamos con otra cosa?-Propongo al quinto día sentándome en el suelo agotada tras tratar de que él aprendiera a alejar mis estocadas.

-¿Alguna preferencia?-Inquiere Gabriel imitándome.

-Ninguna.-Responde Caliel, quien ni siquiera está sudando.

 -¿Cuchillos?-Pregunto.

  Caliel coloca la espada exactamente en el sitio que le corresponde, mientras Gabriel saca dos cuchillos del armario de madera vieja que hay en uno de los extremos de la sala y le tiende uno al pequeño mientras se colocan a cierta distancia de unas dianas pintadas en la pared.

-Tienes que colocarte así...-Le indica, y Caliel imita su postura.

  Le enseña cómo sujetarlos, cómo colocar la mano y cómo lanzar. Pero en seguida nos damos cuenta de que lo suyo tampoco son los cuchillos. Así que probamos con el arco, y el resultado es el mismo. Al igual que con las hachas, maza, ballesta y demás armas.

-¿Y con pistolas?-Pregunto esperanzada.

-Ningún nefilim las usa.-Me responde mi compañero abatido.-Su mecanismo no funciona en Idris. Además, dan muchos problemas para colocar las runas en ellas.

-¿Y queda algo más?

-Bueno, queda algo.-Mira a Caliel.-¿Te importan si suelen llevarlo las chicas?

  El pequeño se queda sorprendido por la pregunta.

-No veo por qué debería.-Responde.-Ellas también manejan las armas de los chicos.

  Un poco avergonzado, Gabriel saca un precioso látigo plateado del armario y se lo entrega. El niño lo observa curioso y escucha sin quitar los ojos de él las explicaciones de mi amigo.

-Es bonito.-Es lo único que dice tras las explicaciones de Gabriel, y con cuidado sostiene el arma ante él.

 El mango está recubierto de cuero negro y el resto del látigo parece de plata pura, aunque se que es de un material especial del que no recuerdo el nombre, y mide unos dos metros de largo. Comienza a practicar con el y, fuera de todo pronóstico, es el único arma que consigue dominar a la perfección.

  Dos horas después, muertos de hambre, salimos de la sala de entrenamiento y nos dirigimos al comedor. Mi tía está charlando animadamente con mis padres y mi prima, quien la ignora mirando una revista de vete a saber qué.

-¡Hola!-Nos saluda alegremente al vernos entrar y, para mi alivio, mi prima no levanta la vista.-¿Habéis conseguido algo?

-Al final, parece que le va bien el látigo.

-Oh, eso es genial.-Felicita a Caliel, quien parece haberla tomado cariño en estos días.

-¿Por qué no pasas más tiempo con Charlotte?-Pregunta mi madre aburrida.-Seguro que su compañía es mucho más interesante y te aportará más.

La caja metálica-(Cazadores de sombras) (LCM #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora