Entrenamiento catastrófico

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Aquella mañana, en vez de despertarme los dulces pitidos del despertador, me despertaron unos horribles gritos por parte de la señorita Eleanor que a mi se me antojaron como el pitido de la sirena de una ambulancia pasando justo a mi lado:

-¡Sophie! Sal de esa habitación ahora mismo.-Gritaba mientras daba fuertes palmadas a la puerta.-¡Ayer se te perdono el no salir solo porque tus tíos decían que era por el trauma de la desaparición de tus padres, pero hoy no tienes excusa!

Yo trato de ignorar sus estúpidas palabras y miro el despertador. Ni si quiera son las ocho.

-¡Aún no es la hora del desayuno!-Grito por respuesta, y me tapo la cabeza con la almohada.

-¡Me da igual!-Chilla, con un tono por el que creo que está histérica.-¡Ayer no saliste de aquí, asi que tuviste todo el día para descansar! Y ademas, sólo eres una simple mundana, por lo tanto...

A partir de ahí desconecté. No me apetecía oír los berridos que daba esa mujer, y menos si me insultaba. En seguida me levanté y me metí al baño entre bostezos. A noche había vuelto muy tarde, y para colmo me había costado otra hora dormirme, por lo que estaba agotada. Y para colmo ahora venia esa mujer con que me tenía que levantar antes de lo normal.

Media hora y una ducha después, ya estaba lista para salir. Lo cierto es que solo había tardado diez minutos en arreglarme, pero había decidido que era buena idea hacer la cama y esconder la maleta (por si las moscas). Ademas, tenia derecho a hacer rabiar a esa mujer, la cual, exasperada, me había dicho hace un buen rato que me esperaba en el comedor.

Una vez en el comedor, me encontré con que, para mi alivio, también estaba mi tía. Todo el desayuno transcurrió en silencio, y no por falta de iniciativa por parte de mi tía: al parecer, Eleanor es bastante seca dando respuestas, y yo estaba demasiado cansada como para enterarme de lo que hablaba.

Tres tazas de café después (aun sigo preguntándome como pude bebérmelas, porque no soporto el sabor. Aunque me encanta como huele.), mis dos acompañantes me guían por el laberinto de pasillos y escaleras hasta una sala en la que no había estado.

Ellas la llamaban "sala de entrenamiento". Estaba repleta de espadas y cuchillos, entre otras armas; palos de madera; dos cuerdas para escalar hasta las altas vigas del techo, que eran de madera; arcos con sus respectivos carcajes y sus flechas; e infinidad de extraños utensilios, todos pensados para el combate. Parte de las paredes y el suelo estaban acolchados, y había dianas de diferentes tamaños pintadas en cualquier parte. Y el aire estaba cargado de una extraña mezcla de olores entre sudor, polvo y pradera; sin contar la humedad que aportaban las paredes de piedra.

-Bienvenida a la sala de entrenamiento.-Dice mi tía abarcando la sala con los brazos con un gesto de orgullo.-En todos los Institutos hay una. Aquí es donde los cazadores de sombras nos entrenamos y aprendemos técnicas para matar demonios. Y tu estas aquí porque, dado que has descubierto la existencia de los nefilim...

Corrijo, me la habéis enseñado. Y además forzados por la desaparición de mis padres. Sino, yo seguiría con mi vida normal en Salamanca y seria mucho más feliz, aunque no me hubiera reencontrado con Sam ni hubiera conocido a Valadía, Donatello, Victoria y Abril.

-...y su mundo,- Prosigue mi tía.-eres vulnerable a los ataques de todo tipo de seres. Por lo cual, el Inquisidor...

-¿Quién?-Pregunto extrañada. Nunca había oído ese término.

-Es un... digamos que un cargo político dentro de los nefilim, para que lo entendáis los mundanos. Una especie de juez.-Responde irritada Eleanor.

-...a decidido que sería buena idea entrenarte.-Continua mi tía sin inmutarse de la interrupción.-Aunque, claro está, no podemos permitirnos el lujo de realizar todo el entrenamiento desde el principio, eso nos llevaría años, y tu no necesitas saber tanto.

La caja metálica-(Cazadores de sombras) (LCM #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora