—¿Estas seguro de esto, Alarick? —le pregunto Shanel desde la cómoda.
Alarick se estaba vistiendo formal por lo que no le veía demasiado.
—Sí —respondió, su semblante estaba serio y con un disgusto enorme.
Ambos lo tenían, más Alarick que Shanel. Además, ya habían pasado dos días desde que llegaron a Los Ángeles ( California). Estaban preocupados por su hija, o mejor dicho por estar su hija con Edien.
—Si nuestra hija de entera —la interrumpió entre dientes. Se acercó a ella y puso uno de sus dedos en los labios de dicha dama.
—No se puede enterar. ¿Que piensas decirle? No hija, tu papá hace años cometió un grave error, lo cual conyeba a qué no podrás estar con Edien en tu vida. ¿Quieres decirle eso? por eso es que intentamos que no tengan sentimientos, ni que estén muy apegados. Una bomba va a explotar si Edien se entera de esto ¿y quién lo va a pagar? Nuestra hija —replicó con fuerza.
El miedo que poseia su rostro era visible. Ambos habían ocultado ese secreto desde años, inculuso todavía siguen secuelas de ello.
—¿Y que se supone que hagamos? Vas a condenar a tu hija a casarse con alguien que no ama y obligarla a perder al hombre de su vida. Jamás había visto a Mia mirar a un chico de esa manera, es especial lo que sienten esos chamacos. Ya la has he hecho sufrir demasiado, amor. Desde esa noche no puedes ni mirarla a la cara, además sabes que el anónimo le está haciendo esto por lo que sucedió esa noche. No le hagas sufrir más ¿Acaso, quieres eso para tu única hija? —predijo. Lágrimas empaparon su cara, estaba lastimada, cansada de todo lo que había vivido. Estaba viviendo una vida llena de secretos.
Pero...¿Porqué Alarick palideció cuando mencionaron la palabra «hija» ¿ Acaso si tenía otra?
—¡Calla, mujer! Eso nunca va a suceder. Ella no va a estar con Eiden, además¿Que hace que se case sin amor? Dentro de poco le va a querer —inquirío.
Sabía que estaba equivocado. Condenar a su hija a un matrimonio que ella no quiere era una pesadilla. Su hija era todo para él ¿En serio sería capaz de algo asi?
—Yo no aguanto más —dijo entre soyazos, Shanel. Su mirada está puesta en el suelo, perdida, como si en ese lugar todo se esfumará —. No puedo condenar a mi hija a un matrimonio que ella no quiere. ¡No puedo permitir que mi hija sufra por amor por el máldito desastre que cometiste esa noche! —gritó. En la habitación solo reinaba el silencio, incluyendo las lágrimas de Shanel que caían como desesperación.
—¡Mejor descansa, estás demasiado frágil para pensar la idiotez que estás diciendo. Voy a bajar, cuando venga que ya estés calmada! —gritó. Cerro la puerta a golpes.
Shanel se quedó sentada en la cama, mirando hacia un lugar que no tenía solución. Sabía lo que tenía que hacer pero aún así tenía miedo. El hombre del cuál se había enamorado no le reconocía. Se esfumó esa noche, era como si la muerte de esa familia provocará la muerte de la de él.
No podía decirle a Mia, no en ese momento. Tampoco confiaba tanto en su marido. En los últimos meses había hecho cosas que jamás se hubiese imaginado.
¿Una carta? ¿Tal vez? Quizás era la única manera de poder decirle a Mia todo lo que sucedió y como sucedió todo esa noche. Poder decirle la verdadera cara de su padre. Aquella que juraría haberse desecho.
Cogió una libreta y le arrancó una hoja, cogió un lápiz, se sentó en la mesa y empezó a escribir. Era lo correcto. Su hija debe ser feliz. No estaba segura si podría arreglar algo, Eiden seguramente quedaría destrozado. Pero, quizás, Mia no tendría la culpa.