Umbral del destino

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Lo abrazó desde la cama estando debajo de su cuerpo, se aferró a la espalda de Blitz y sintió la forma cálida en la que entraba. Rodeó su cintura entre sus piernas y gimió en medio de lágrimas, era lo único que podía hacer en esa situación. Stolas se mostró vulnerable y se dejó envolver... ya no tenía sentido mentir. No podía negarse al placer que le otorgaba Blitz, a sus caricias o a sus orbes dorados cuando lo miraba a los ojos con la intensidad del fuego del infierno.

Ya nada dolía. Su mente se perdió en ese placer. Blitz se enterró más profundo en su carne, acalló los gemidos del principe y lo besó mientras no dejaba de embestirlo contra el colchón.

"Soy una persona horrible."

El imp lo sentía temblar y ser tan débil y propenso a sus toques. Stolas lo abrazaba como si no quisiera soltarlo jamás... Y eso lo lastimaba de todas las formas posibles. Blitz se atrevió a separar una de sus manos, tomar la del ave y presionarla contra las sábanas mientras entrelazaban sus dedos y lo presionaba fuerte. Rogaba que se calmara, darle un poco de seguridad además de placer.

"Jamás quise verlo a pesar de que todo era tan claro. Me negaba a hacerlo... Todo el tiempo."

Ambos se separaron del beso y unieron sus frentes, jadeando y gimiendo ante las constantes embestidas que Blitz ocasionaba contra la delgada cintura del contrario. Sintió a Stolas contraerse y mojarse, sus muslos estaban vibrando y su plumaje estaba empapado por debajo de su pelvis.

Hacerlo de esa manera suave y gentil, a comparación de la brutalidad que utilizaban generalmente, era una exploración de sensaciones que no acostumbraban obtener el uno del otro. Stolas cerró sus ojos y frunció el ceño débilmente, al borde de correrse porque estaba dando en su punto más débil.

Fue entonces que Blitz volvió a besarlo y a llegar hasta el fondo mientras sostenía su mano fuerte y la hundía por la presión. Con su brazo restante, Stolas lo abrazó con las pocas fuerzas que le quedaban, arañó su espalda y largó lágrimas de excitación y tristeza. Deseaba desde el fondo de su corazón, que esa noche durara para siempre.

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La mañana llegó, la luz de la madrugada alumbró el interior de la habitación real y cada uno de sus rincones. Una habitación fría, espaciosa y adornada con instrumentos lujosos. Absolutamente solitaria para una sola persona.

Blitz fue el primero en despertar aquel día. Tomó asiento en su lugar bastante sobresaltado y aún desnudo luego de todo lo que sucedió. ¿Cuántas veces lo hicieron? Stolas se vino al menos cinco veces esa noche, estaba tan sensible y sumiso a comparación de otras noches.

El imp sintió remordimiento y culpabilidad de inmediato... Apegó sus rodillas a su pecho y las abrazó, rodeando su propia cola alrededor de su cuerpo. Enterró su rostro entre sus piernas y se reprochó un millón de veces ser el mayor estúpido sobre la faz del infierno.

"Acabo de destruir la vida de alguien. ¿Cuántas veces lo he hecho hasta ahora? ¿Acaso merezco que... ellos sonrían hacia mí y me perdonen después de todo lo que he hecho?"

No merecía esa clase de perdón. Por más que lo pensara reiteradas veces, por más que se esforzara en ser mejor, solo lo terminaría arruinando. Tenía tanto miedo de seguir destruyendo a las personas que valoraba y amaba que no podía seguir adelante y estaba estancado en el mismo lugar desde hacía años.

No quería dañarlos, quería protegerlos. Y siempre salía mal por tomar las decisiones más impulsivas y equivocadas que podrían existir.

—Puedes irte.

La voz de Stolas lo asustó, casi se le sale el corazón por la boca. Se giró hacia él con una expresión de terror absolutamente notable, gesto que el principe captó de inmediato al momento de tomar asiento en la cama y observarlo a su lado, igualmente sin ropas y expuesto.

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