Llévame a la luna

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—¿Fizz?! —Blitz se alborotó terriblemente al escuchar la señal del celular quebrarse, los gritos de su amigo y luego la llamada cortarse.

Pensó en cientos de escenarios desastrosos, y lo más probable era que si estaba muy lejos de su mansión en Lujuria, las personas a los alrededores estarían al acecho de su cabeza por relacionarse con Asmodeus.

—Lo tienen. Caza recompensas o fanáticos pervertidos, lo que sea, lo agarraron —sostuvo su celular con todas sus fuerzas y apretó los dientes con una ira incontrolable— ¿Cómo se supone que llegue allí?!

Stolas trató de recomponerse a su lado, gimió adolorido al tomar asiento y arrodillarse cerca de Blitz. La acción había causado que su cuerpo estuviera exhausto y adolorido, pero no era algo que no hubiera soportado antes viniendo de él.

—Blitz, no te angusties —lo tranquilizó con una voz gentil—. Voy a ayudarte a encontrar a Fizzarolli porque sé que es muy importante para ti —le arrebató el celular de las manos a su pareja y agudizó sus cuatro ojos rojos hacia el aparato—. No hay tiempo que perder. Puedo localizar esa llamada.

Colocó ambas manos sobre el brillo de la pantalla, la cual reflejó hasta arriba un brillo místico mezclado con polvos de estrellas. Stolas movió los dedos de forma estratégica y, en su mente, comenzó a idear la ruta exacta al grabarse en la cabeza la localización de dónde provenía la llamada.

—Con que esa es la forma en la que siempre sabes dónde estoy —arqueó una ceja Blitz con un poco de desagrado— Bastante stalker si me lo preguntas.

—¿Quieres la ayuda o no? —lo increpó el príncipe frunciendo el ceño con fastidio hacia su comentario—. Podemos movernos por un portal gracias a mi libro.

—Joder, claro que si —aceptó Blitz de inmediato.

Stolas le sonrió complacido ante su decisión. Luego de arreglar el desastre en lo que se habían convertido en la cama bajo un par de movimientos de magia, sujetó el Grimorio en su cajón y supo que no había tiempo que perder.

Ambos se levantaron al momento que Stolas abrió el portal de destellos violetas en medio de la habitación, era la forma más rápida de llegar a Lujuria en esas circunstancias. El brillo precioso del portal iluminó la silueta del principe, quien se dio la vuelta y extendió su mano hacia Blitz con una sonrisa dulce.

Blitz tragó en seco. No estaba acostumbrado a eso y, como dijo siempre, era terrible en todo ese asunto. Le era imposible reconocerlo, pero su inconsciente lo decía a gritos: Stolas se veía precioso incluso con ropas casuales y sin su porte casual. Era majestuoso y elegante, y su sonrisa era lo más hermoso que había visto alguna vez.

Con toda la incomodidad del mundo, bajó la cabeza y le tomó la mano. Fue jalado por él hasta introducirse dentro del portal y llegar hasta el otro lado.

No soltaron sus manos en ese rápido proceso, se sintió aún más cálido y gratificante de lo que ambos hubieran pensado.

La lluvia había frenado en esa zona de Lujuria. Una zona pobre, en decadencia y sucia por doquier. La basura y el barro estaban esparcidos por cada rincón. Era similar a un basurero con el aroma terrible de las alcantarillas asomándose.

Bajo ese escenario tan lamentable, ambos se separaron sin decir una palabra. Necesitaban buscar pistas o alguna señal de que Fizzarolli estaba cerca. Por desgracia, fue Blitzo el primero que encontró algo relacionado, algo que lo hizo sentir un miedo súbito subir por su cuerpo hasta tajar su alma.

—Es su brazo... —susurró al llegar a la entrada de la alcantarilla más próxima. Estaba algo dañado, pero entero.

No tenía idea de que era lo que había sucedido, pero el hecho de imaginar a Fizzarolli sin sus extremidades lo asustó demasiado. Él estaba solo e indefenso y sería aún peor si le habían quitado sus partes robóticas. Blitz sintió el propio temblor de su cuerpo, se dejó caer al suelo de rodillas y sostuvo el brazo de Fizz entre sus manos con una expresión traumada y estoica.

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